VIVES
EN MIS SUEÑOS, LITERALMENTE
Ese día pasó rápido. Tal como lo imaginé Alonzo volvió
a la enfermería y me acompañó durante toda mi estadía que duró hasta la hora
del almuerzo. En la tarde me puse al corriente con las asignaturas que había
perdido por culpa de mi desmayo, estaba muy cansada, tanto que terminé
durmiendo sobre mis libros en el escritorio de la habitación. Y él volvió a
aparecer.
—Me hacías falta— le dije mientras me acercaba.
—¿Estás bien?— preguntó Carsten lleno de preocupación,
me estrechó entre sus brazos.
—Sí, ¿Por qué
no lo estaría?— pregunté.
—Por tus sueños— respondió.
—Si estos sueños son increíbles, no hay forma de que
me hagan daño.
Sonrió y me abrazó con firmeza, fue muy cálido, un
abrazo tierno. Coloqué mi rostro sobre su pecho y dejé que acariciara
suavemente mi cabellera.
Al cabo de unos instantes desperté de golpe con la voz
de Gaby.
—¡Sam, estás demasiado cansada! ¡Eso de deambular por
la escuela a medianoche te está afectando! Me encargaré que hoy no salgas de la
cama y duermas al menos ocho horas— dijo muy seria.
—¡Qué exageración Gaby!— dije poniéndome de pie.
Pero las fuerzas me vencieron, estuve a punto de caer
y mi amiga me contuvo en el aire.
—Te lo digo en serio, hoy no saldrás de la habitación.
Además tienes que estar bien para mañana ¿Se te ha olvidado la salida?—
preguntó mientras me ayudaba a tomar asiento sobre mi cama.
Es cierto, lo había pasado por alto.
Le hice caso, no quería verla renegar más. Gaby tomaba
una actitud maternal conmigo a veces, me ayudó a ponerme el pijama y me
recostó dentro de mi cama.
—Gracias por ser tan buena conmigo— le dije.
Sonrió complacida.
—No tienes que agradecerme nada— respondió.
—Patty y tú son lo mejor que me ha pasado en la vida—
agregué.
Sonrió aún más.
—Te quiero Sammy, duérmete, nos espera un largo día.
Luego apagó las luces de nuestra habitación. Dormí al
instante, no soñé con nada aunque me hubiera encantado ver a Carsten una vez
más, sentirlo cerca, ver sus hermosos ojos, esperaba con ansias soñar
nuevamente con él.
El despertador de Patty comenzó a pitar, su molesto
sonido se sentía en cada rincón de nuestra habitación. Me levanté y apagué el
infernal aparato. Patty se tapaba la cabeza con las mantas.
—Un rato más, por favor— susurraba.
—Muévete dormilona— le dije jalándola de los pies.
Gaby se sentó en su cama al oír los chillidos de
Patty. Se frotó los ojos con delicadeza.
—Buenos días chicas— dijo estirándose con pereza y los
ojos aun adormilados.
Seguimos la rutina de siempre, pero hoy Gaby se demoró
más que de costumbre buscando qué ponerse, claramente quería impresionar a
Juanes. Al final decidió ponerse un vestido corto elegante con unos tacones muy
bonitos, acompañado de un pañuelo de colores que realzaba su vestimenta. En
cuanto a Patty, nunca se preocupaba por nada más que no sea su cabello, en esta
ocasión se puso una blusa con corsé ajustado, jeans ceñidos y unas botas de
plataforma ancha.
Yo seguía sintiéndome débil, pero lo oculté para no
preocupar a mis amigas. Me puse un pantaloncillo corto con mis zapatillas
favoritas, una camiseta sin mangas y una
chaqueta corta de jean, el clima hoy estaba bastante bueno para llevar ropa
ligera.
Estábamos listas. Terminado el desayuno, todos
aguardaban afuera para abordar uno de los buses que nos llevaría a alguna parte
de la ciudad. Los Ankh se nos acercaron, sentí un escalofrío al toparme con
Arnold y su mirada cargada de malas intenciones, traté de mantener la calma.
Juanes invitó a Gaby a acompañarlo durante todo el
recorrido, la llenó de elogios y ella por supuesto que aceptó. Marco Arturo se
llevó a Patty, al parecer lo suyo ya estaba planeado. Arnold se me
acercaba y el pánico en mi interior aumentaba
más a cada paso suyo.
—¿Lista para irnos?— dijo intentando tomarme del brazo.
—Lo siento, pero Sam está a mi cargo— interrumpió
Alonzo y de un tirón me llevó hacia el ante la mirada de odio de Tatiana que
estaba cerca, aparentemente esperándolo para pedirle que la acompañara.
Arnold lo miró con recelo, debía estar escrutando la
mente de mi salvador, finalmente dio media vuelta y abordó el autobús, solo.
—Adelante señorita— dijo Alonzo mientras me invitaba a
subir primero.
Puse un pie en el primer escalón del autobús, sentí un
ligero mareo, pero una fuerza poderosa entró en mi cuerpo de golpe, como un
toque eléctrico que me hizo reaccionar de inmediato.
Disimulé para no preocupar a Alonzo, caminé por el
estrecho pasillo y conseguí un par de asientos, me ubiqué al lado de la
ventana.
—Gracias por salvarme de Arnold— dije.
—No es nada, si me lo permites me gustaría acompañarte
en esta salida.
—Bueno, está bien— dije.
Me dedicó una sonrisa breve.
Nos esperaba un largo viaje desde Blackmount hasta el
centro de Blast Ville. Parecía que Alonzo pensaba detenidamente sobre algo, no
quería interrumpir, pero tampoco soportaba el silencio.
—¿Qué pasa?— pregunté al fin.
—Ando preocupado por un asunto muy serio— respondió
sin verme a los ojos.
Intuí que no debía preguntar más.
Llegamos al centro comercial de Blast Ville. Todos
bajaron de los buses y se dispersaron en diversas direcciones mezclándose entre
la gente común. Para ellos debía ser bastante novedoso ver un grupo tan selecto
de preciosos "humanos"; al fin
y al cabo éramos los estudiantes de uno de los dos "internados más
exclusivos de la zona" llamaríamos la atención donde sea, todos querían
saber quiénes éramos qué hacíamos y cómo vivíamos.
Alonzo me tomó de la mano al bajar del bus, se portó
bastante caballeroso.
—¿Sabes que será todo un reto comportarnos como una
pareja de adolescentes comunes?— dijo sonriendo ampliamente.
—Me gustan los retos— respondí ¿A qué quiere llegar
con esto?
—Entonces ¿Aceptas ser mi novia durante esta salida?—
dijo.
—Claro— respondí
sin bacilar.
Alonzo tomó mi mano con delicadeza, enlazó sus dedos
con los míos. Decidimos caminar por las
calles viendo los escaparates llenos de cosas, la gente pasar, los autos, la
vida humana común y corriente.
No sé por qué lo que dijo Alonzo no tuvo el efecto
esperado en mí, se suponía que debía estar muy nerviosa y sonriendo como tonta,
pero me mantenía normal sosteniendo con firmeza su mano.
Él me pidió que le aconsejara sobre qué ponerse para
una reunión formal que tenía con su familia a lo mejor era eso sobre lo que
pensaba tanto. Alonzo disfruta de tener a sus padres viviendo entre los humanos,
en cambio, la última vez que vi a los míos fue cuando tenía cinco años, ellos
quisieron seguir con su misión de ángeles de la guarda, me dejaron al cuidado
de los asistentes sociales de Blackmount y se fueron como si nada. Tal vez sea
la causa de mi comportamiento, nunca tuve una mamá que me aconsejara qué debía
hacer cuando estaba en problemas, que me enseñara a diferenciar lo bueno y lo
malo del mundo común, ni un padre que me protegiera de alguien que quisiera
lastimarme, aprendí a cuidarme sola y defenderme con los puños. Aun así ese par creía que el dinero era
suficiente para reemplazar su presencia,
cada mes me enviaban un grueso sobre lleno de billetes de los grandes, me daba
asco el sólo hecho de tocarlo, en lo posible evitaba gastarlo, lo guardaba en
un cofre con llave en la habitación en un lugar ultra secreto dentro de mi
armario.
Entramos a una tienda de ropa para chicos. Alonzo se
probó unas camisas muy bonitas, un sombrero de tela a cuadros, corbatas, en fin,
todo le queda muy bien, las vendedoras lo miraban con la boca abierta y a punto
de babear.
—¿Qué te parece esta?— me preguntó él mostrándome una camisa color rosa pastel clarísimo.
—No sé por qué preguntas, sabes que todo te sienta
bien— respondí siendo sincera.
Sonrió y se dirigió a la caja para pagar por las
prendas.
Distraje la mirada hacia afuera de la tienda, vi un
café que se me hizo muy interesante. Alonzo apareció a mis espaldas con sus
bolsas.
—¿Quieres ir ahí?— preguntó.
Asentí con la cabeza.
El vestido |
—Es muy bonito— comenté.
—Sí, lo es, pero no te imagino usándolo.
—¿Por qué?
—No es "el estilo de Sam"
—Creo que en el fondo todas las chicas sueñan con
verse como una princesa en algún momento.
—No conozco ese lado tuyo.
—Olvídalo— pedí, estaba un tanto molesta.
Entramos al café, ocupamos una mesa con vista a la
calle, el mozo se quedó mirándome coqueto, Alonzo se molestó y le plantó una
mirada muy seria.
—¿Nos trae el menú por favor?— le dijo al hombre.
Avergonzado, el mozo dio media vuelta y fue a traer
las cartillas.
Alonzo me miraba fijamente, me sumergí en el inmenso
mar marrón de sus ojos. Sus manos se acercaban lentamente a las mías que
estaban sobre la mesa al punto de tocarse levemente, en ese momento me distraje
al escuchar la hermosa voz de un chico que cantaba en el mini escenario del
café, volteé para verlo, retiré las manos de la mesa sin querer dejando a
Alonzo colgado.
Me quedé de una pieza, el chico me miraba fijamente
mientras cantaba y tocaba una balada en la guitarra. Dios, ¡Es Carsten!
Le dediqué una gran sonrisa cargada de emoción,
respondió igual y siguió mirándome fijamente como la primera vez que nos vimos
al lado del río.
A eso se refería el director al decir que Carsten era
muy talentoso, tenía la voz más hermosa del planeta, las chicas se quedaban
escuchándolo atontadas, quietas, suspirando. Pero él sólo me miraba a mí, era
dueña de su completa atención, tanto que sentí que éramos los únicos en el
lugar.
Pronto el ritmo de la canción cambió, noté que su
banda tocaba rock alternativo con un tono melancólico y sombrío a la vez. Reconocí
a Eric en la batería, junto a ellos estaba otro simpático y delgadísimo chico
de cabellos castaños tocando el bajo.
El mozo llegó con las cartillas del menú pero no podía
concentrarme, quería ver a Carsten pero también tenía que evitar que Alonzo se
diera cuenta. Ordenamos unos emparedados, yo pedí una soda y él un café expreso
para acompañarlos.
La banda de Carsten terminó de tocar, estaban
guardando sus instrumentos para ya retirarse del local.
—Espérame un segundo, vuelvo en seguida— le dije a Alonzo
antes de dirigirme a los servicios. Ni siquiera esperé su respuesta, solo
caminé. Llegué al lugar, no había nadie por
suerte, abrí el grifo, mojé mi rostro para quitarme el cansancio que aún tenía encima, al ponerme
erguida nuevamente noté la presencia de Carsten a mis espaldas, pude verlo en el reflejo del espejo que tenía
frente a mí. Me volví en su dirección de inmediato, sequé mi rostro torpemente
con las mangas de mi chaqueta.
—¡Carsten! es bueno verte de nuevo— dije.
Sonrió y me tomó entre sus brazos de inmediato. Me
soltó suavemente rozando con sus manos mi rostro.
—¿Qué haces?— pregunté confundida.
—Si te das cuenta ya nos besamos antes y lo disfruté
muchísimo— susurró a mi oído mientras acariciaba mis hombros.
Su voz seductora estremeció mi cuerpo por
completo y casi se me detiene el corazón
al sentir sus caricias. Era incapaz de reaccionar, Carsten se acercaba a mí
lentamente.
—Carsten, no aquí. Podrían vernos— dije intentando
detenerlo.
—No te preocupes, cerré bien la puerta. Nadie va a interrumpirnos—
dijo con su hermosa voz, esa voz capaz de hacerte pecar sin remordimientos.
Sus labios atraparon a los míos con delicadeza, se
iban moviendo suavemente. Tal como lo había soñado, encajaban perfectamente.
Luego, cuando respondí al beso, nuestros labios comenzaron a moverse con
rapidez y brusquedad aumentando más y más la pasión entre nosotros dos.
Alguien llamó a la puerta. Carsten dejó de besarme
pero no soltó mi rostro.
—Sam, ¿Estás ahí?— dijo la persona tras la puerta, era
Alonzo.
Carsten colocó su dedo índice sobre mis labios para
hacerme guardar silencio. Al pasar unos minutos todo indicaba que Alonzo ya se
había ido.
Me alejé de Carsten. Él me miraba intrigado,
preguntándose el porqué de mi repentino rechazo.
—¿A qué te refieres con: "esto ya lo hicimos
antes"?— pregunté muy seria.
—¿No recuerdas ese sueño en la cascada cuando te di
eso?— dijo señalando la muñequera de cuero que tengo puesta.
Me quedé mirándolo confundida.
—No es posible que te aparezcas en mis sueños—
respondí con un toque de miedo en la voz.
Se acercó a mí, retrocedí instintivamente hasta chocar
la espalda en el borde de los lavatorios. Estaba atrapada.
—Sam, no eran sueños. En realidad no dormías, puedo
entrar en tu subconsciente, es por eso que te desmayaste, quedaste muy débil.
—¿Es por eso?— pregunté.
—Sí, lo siento. Sé que no debí pero, quería verte,
cada vez que entre en tu mente te sentirás agotada, si quieres dejaré de
hacerlo.
—No, no lo hagas. Me gusta.
—Lamento todo esto— dijo abrazándome nuevamente,
colocó su mano izquierda en mi cabeza llevándola contra su pecho. Pude sentir
su respiración en mi cabello, su perfume delicioso y su cálido tacto.
—¿Recuerdas ese choque de energía?— me preguntó.
—En la puerta del autobús.
—Estabas a punto de desmayarte de nuevo así que entré
en tu cuerpo para pasarte parte de mi energía, sabes creo que estoy conectado a
ti de alguna forma, sé cuando estás débil, cuando me necesitas.
— ¿Cuántos poderes tienes Carsten?— pregunté
sorprendida mirándolo a los ojos.
—Sólo los necesarios, los irás descubriendo con el
tiempo— respondió muy fresco.
Nuevamente me besó, esta vez fue más fuerte, muy, muy
fuerte, tanto que me causó un efecto extraño. Un torrente caliente recorrió
todo mi cuerpo a través de mi sangre, sin querer en medio de tal éxtasis, mis
alas salieron de golpe rompiendo mi chaqueta.
—¡Maldición!— grité en voz baja.
—Soy peligroso— dijo Carsten con una enorme sonrisa
coqueta.
—No te preocupes, es común en mi cuando bajo la
guardia y me relajo.
Guardé las alas
pero mi chaqueta no tendría solución, me la quité y la amarré a mi cadera.
—Sam ¿Vendrás conmigo al baile?— preguntó.
—Claro que sí ¿Cuándo es?
—Mañana.
—¿Mañana? Pero…
—Sin peros, ya me encargué de todo— dijo mientras alzaba
una bolsa de papel elegante que en algún momento dejó sobre el tocador.
—Ábrela— dijo
tendiéndomela.
La tomé entre mis manos, abrí la bolsa y me quedé
sorprendida. ¡El hermoso vestido del escaparate de la boutique!
—¿Cómo lo supiste?— pregunté emocionada al límite.
—Lo observabas con cara de cachorro.
—¡Gracias! en serio ¿Cómo podré pagarte esto?— dije a
la vez que lo abrazaba con fuerza.
—Basta con que vayas al baile y no me dejes plantado—
dijo respondiendo a mi abrazo—. Salgamos de aquí— agregó.
Afortunadamente Alonzo había abandonado el café. Eric
volvió a mirarme con desconfianza desde lejos. Carsten tomó su guitarra que ya
estaba dentro de su respectiva funda, habló con el dueño y logramos salir por
la puerta trasera que daba a la otra
calle. Salimos tomados de la mano, el viento despeinaba ligeramente su cabello
y él lo devolvía a su lugar con sus largos y delgados dedos, sus misteriosos
ojos no dejaban de mirarme.
De pronto arrugó el entrecejo y detuvo el andar.
—¿Estás bien?— pregunté asustada acercándome a él.
Se llevó una mano a la cabeza mientras cerraba los
ojos con fuerza.
—¿Qué pasa Carsten?— pregunté empezando a desesperar.
—Estoy bien— dijo sin mirarme.
—Claro que no lo estás.
Lo tomé del brazo y lo conduje a la banca más cercana.
Hice que tomara asiento. Respiró hondo varias veces y luego se calmó.
—No te preocupes, esto de usar mis poderes a seguido también
me agota muchísimo— dijo.
—¿Estarás bien?— pregunté.
Rozó mi rostro con su mano derecha.
—Sí angelito, Eric me llevará de regreso a Whitemount.
No te preocupes.
Sonreí y acaricié su mano.
Todo parecía diferente a su lado, me sentía muy
emocionada, en mi cuerpo se producían
miles de sensaciones difíciles de describir.
Unos niños jugaban futbol frente a nosotros, noté cómo
Carsten movía sus dedos en el aire, usaba sus poderes para atar las agujetas de
uno de los niños haciéndolo caer de bruces, sonrió complacido cuando el niño se
golpeó la cara y comenzó a llorar.
—¡Carsten! ¡No vuelvas a hacerlo! ¡No seas malo!— lo
reñí.
—Lo lamento, mi naturaleza malvada vence mi voluntad a
veces.
—¿Serás malo conmigo también?
—Jamás, nunca intentaría lastimarte.
—Es bueno saberlo— dije.
—¿Te has dado cuenta que no sabemos nada del otro?
—Pero sin embargo siento como si te conociera desde
siempre— volví a decirlo.
—Exacto. Cuéntame más de ti — pidió y plantó la mirada
en mis ojos, tomó mis manos entre las suyas.
Rogué porque nadie de la escuela me estuviera viendo
en ese preciso instante, no tendría forma de explicar quién era ese hermoso
chico y por qué es tan cariñoso conmigo.
—Bueno, estoy atrapada en Blackmount, no veo a mis
padres desde hace años, prácticamente para mí no existen. En la escuela paso mi
tiempo haciendo alguna travesura o compartiendo tiempo con mis dos amigas Paty
y Gaby. ¿Qué hay de ti?
—No conozco a mis padres, pero tampoco es algo de lo
que me guste hablar mucho. Estoy tratando de averiguar quiénes son y si aún
puedo encontrarlos en algún lado. Y
bueno paso mi tiempo en Whitemount en el equipo de jousting o ensayando con Eric y Matty en el sótano.
—Pequeñas similitudes, es interesante.
Me moría de la curiosidad, pero decidí no ahondar más
en el tema de los padres de Carsten, se notaba que era algo muy doloroso para
él. Apoyé mi cabeza sobre su hombro.
—Creo que no son simples coincidencias— dije.
—Lo sé, es cuestión del destino, esto pasó por algo. Y
ahora que te tengo no voy a dejarte ir nunca.
Sonreí completamente complacida. Tampoco pensaba
dejarlo ir.
—Me gusta la idea— le dije.
Me fijé en la hora del reloj pulsera que tenía en su
muñeca derecha.
—¡Dios! ¡Ya es tarde!— chillé desesperada, me puse de
pie.
El bus ya debería estar listo para partir y todos deberían
estarse preguntando por mi paradero, no faltaría mucho para que empezaran a
buscarme.
—Espera Sam, toma esto— se puso de pie y se quitó el rosario
negro del cuello.
—¿Y eso para qué?— pregunté sorprendida.
—Para asegurarme que irás al baile, me lo devolverás
cuando nos veamos ahí.
Sonreí.
—Trato echo, ahora debo irme— dije.
Se acercó a mí y me besó en los labios lentamente.
—Adiós, cuídate preciosa— dijo al finalizar el beso.
No quería irme pero me metería en más problemas si no
regresaba a tiempo. Sonreí, tomé la bolsa de la boutique, di media vuelta y
eché a correr. Luego recordé que tenía que controlar mi velocidad para no
llamar la atención de los humanos, afortunadamente llegué a tiempo.
—¡Sam!— dijo un aliviado Alonzo mientras se
precipitaba a abrazarme—. ¿Dónde te metiste? Te estuve buscando— agregó.
—No te preocupes yo…
—Fuiste por el vestido— dijo al ver la bolsa de la
boutique.
—¡Sí! Eso, exactamente— dije disimulando.
—Quien lo diría, ¡Samantha Oliveira compró un vestido!—
agregó con sorna.
—No te burles— le golpeé levemente con la bolsa.
Abordamos nuevamente el bus en los mismos lugares de
antes.
Ya extrañaba a Carsten, lástima que tuve que irme así
de rápido, daría lo que fuera por quedarme un poco más a su lado, conversar más
con él, saber todo lo que le gusta, daría lo que sea por tener más tiempo con
él.
Me quedé dormida en el trayecto, esperaba verlo en mis
sueños, pero no fue así, al parecer estaba muy cansado como para usar sus
poderes, me preocupaba mucho, ¿Estaría mejor ahora mismo?
Desperté con la cara en el hombro de Alonzo.
—Ya llegamos— dijo con dulzura.
Abrí los ojos con pereza, necesité de su ayuda para
abandonar el autobús. Una vez en la escuela dejé a Alonzo y a mis amigas hacer
sus asuntos. Me senté cerca de la piscina para tomar un poco de aire fresco,
escribí un mensaje para Carsten.
"¿estás
bien? Ojala todo esté en orden"
Respondió al instante.
"Si
preciosa, llegué a Whitemount hace una hora, los padres de Eric nos recogieron,
¿cómo sigues tú?"
"Bien,
aunque dormí todo el camino, quisiera que estés aquí"
Carsten escribía a la velocidad de la luz.
"Entraría
en tu mente pero no me siento del todo bien, necesito otro de tus besos para
recuperarme"
Sonreí, yo también quería besarlo otra vez, sobre todo
si sería un beso apasionado.
"Tendrás
que esperar hasta mañana"
"Odio
tener que esperar. Pero por ti lo haría siempre.
Sam, olvidé decirte que el baile de
mañana es una mascarada. Hay un antifaz en el fondo de la bolsa, ojalá te
guste"
¿Una mascarada en Whitemount? ¡Eso suena increíble!
Siempre quise ir a una fiesta así, además podría mantener un perfil bajo. Abrí
la bolsa rápidamente y encontré al fondo un antifaz precioso a tono con el
vestido, con detalles de plumas y lentejuelas.
¡Maravilloso!
"Tal
parece que ya lo viste. Siento tu emoción hasta aquí"
Envió.
"
¡Es hermoso! ¡Me encanta! ¿nos veremos esta noche?"
"No
lo creo, quiero que estés bien para el baile"
"O.K
, pero me hubiera encantado"
No sabía qué era lo que hacía, lo único de lo que
estoy totalmente segura es que tengo un vínculo cercano con él. Este
sentimiento es totalmente prohibido, apasionado e increíble. Nadie me ha hecho
sentir de esta forma antes, jamás, no lo creí posible.
¡Me cuesta creer que estoy enamorada de un DEMONIO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta! me motiva más de lo que crees C: