ENTRE
EL BIEN Y EL MAL
Guardé mi móvil en el bolsillo de mi pantaloncillo.
Debía esconder la chaqueta antes que alguien
la viera y se enterara que liberé mis alas en la ciudad, me puse de pie,
caminé por el lugar buscando el mejor escondite para mi prenda, divisé a lo
lejos la casa club de los Ankh, obviamente era el mejor lugar, ni los maestros
no la prefecta buscarían ahí. Sin dudarlo subí la escalerilla para entrar y me
llevé una gran sorpresa.
—Sabía que vendrías en algún momento— dijo Arnold levantándose
del sillón.
Retrocedí para alejarme de él.
—No he venido a verte— dije muy seria intentando que
notara lo molesto que me resulta hablar con él.
—No te hagas la difícil— dijo con una sonrisa repudiable, podía ver claramente sus malas intenciones
reflejadas en su mirada, llena de maldad, de lujuria.
—Samantha ¿No te sentirías honrada en unirte a mí, el
chico más popular de la escuela?— preguntó mientras empezaba a desabrochar su
camisa.
—¡Eres repugnante! Además ¡El más popular es Alonzo!—
grité.
Frunció el entrecejo y se me lanzó encima como una
fiera hambrienta, intentaba besarme a la fuerza, pero me resistí en todo
momento.
Me vi obligada a extender mis alas y usar toda mi
fuerza para defenderme, Arnold apretaba mis brazos con fuerza impidiéndome
atacarlo. Afortunadamente un tercero apareció en medio de los dos y nos separó
lanzándonos contra las paredes. El golpe no logró afectarme.
Alonzo, con su imponente par de alas relucientes ¡mi
salvador!
Arnold se estrelló de cara contra una de las paredes,
la nariz le sangraba, se levantó e intentó atacar a Alonzo quien esquivó cada
golpe con astucia. Tomé un jarrón de estilo chino que estaba en la mesita de
centro y golpeé a Arnold en la cabeza tan fuerte como pude, el impacto lo
noqueó al instante. Alonzo y yo
respiramos tranquilos.
Me lancé a sus brazos llena de desesperación. ¿Si él
no hubiera llegado? ¡Quién sabe qué pudo hacerme Arnold! Me estrechó
suavemente, de inmediato el miedo desapareció gradualmente de mi cuerpo. Aún
sin dejar de abrazarme Alonzo devolvió las alas a su lugar, lo seguí.
—Gracias— susurré, contuve mis lágrimas.
—¿Para qué viniste?
—Quería esconder esto— le mostré la chaqueta rota
atada a mi cadera.
—¡¿Dejaste salir tus alas cuando estuvimos en la
ciudad?!— preguntó un tanto molesto e incrédulo, deshizo el abrazo y me tomó
por los hombros.
—Nadie me vio, fue en el baño del café— aseguré.
—¿Pero por qué? ¿Qué pasó?
—El agua helada, en mi rostro fue muy refrescante.
Estaba muy cansada, tanto que me relajé un poco y salieron.
Me miró sin creérsela del todo.
—Debes controlarte, te lo he dicho. Es demasiado
peligroso, si algún humano te ve…— me
dijo regañándome.
—Lo sé, y estoy trabajando en eso— interrumpí.
—Puedo ayudarte si lo necesitas.
—No hace falta. Gracias de nuevo.
—Entonces, ¿Qué piensas hacer con la chaqueta?
—Planeaba esconderla aquí, pero parece que no es un
lugar seguro.
—Dámela, me encargaré de desaparecerla.
Se la entregué a las manos, sonrió un poco.
Salimos del lugar y entramos en la cafetería algo más
tranquilos, al fin y al cabo Arnold estaría bien dentro de unas horas, nuestra
recuperación es un poco lenta.
—¿Por qué Arnold te persigue tanto últimamente?—
preguntó Alonzo, volvió la cabeza en mi dirección para verme mientras
caminábamos.
—No lo sé— respondí y miré hacia otro lado.
Me dolía mucho mentirle, él me contaba todo y yo ahora
debía ocultar lo que pasaba por el bien de todos, ¡Maldito Arnold y sus
chantajes!
—Últimamente
has cambiado mucho, desde… la vez que fuiste a Whitemount. ¿Hay algo de
interesante ahí?— preguntó deteniendo el andar.
También me detuve, decidí no responder a su pregunta.
—Sabes, debo irme, tengo mucho que hacer— dije y di media vuelta para alejarme de él.
—Espera— me
tomó del brazo con delicadeza—. Quiero pedirte un favor.
—Claro el que quieras, te debo demasiados.
— ¿Podrías acompañarme mañana a la reunión con mi
familia?
Me quedé pensando unos minutos hasta que mencionó
aquellas palabras:
—Pediré permiso para que salgas todo el día, puedes
irte luego del almuerzo.
No quería hacerlo, pero Alonzo era mi único boleto de
salida a la mascarada en Whitemount, la culpa iba a matarme por dentro pero no
tenía más opciones, era eso o dejar plantado a Carsten.
Guardé silencio un momento mientras debatía conmigo
misma.
—¿Entonces?— preguntó nuevamente.
—Claro, iré contigo ¿Debo vestir formal?
—Si así lo deseas. Te veo mañana.
Dio media vuelta
como si mi comportamiento no lo hubiera convencido del todo y se marchó
sin decir más.
En la noche la habitación se convirtió en una reunión
social para compartir chismes sobre la salida. Comimos galletitas y bebimos mucha
soda, no parábamos de hablar de todo lo que hicimos durante el día.
—Al parecer Juanes está realmente interesado en mí—
dijo Gaby con una gran sonrisa,
claramente estaba llena de emoción.
No era novedad para mí, ese par estarán juntos algún
día.
—La familia Moretti
tiene un almuerzo mañana, Alonzo invitó a Marco Arturo y él me pidió que
lo acompañara— dijo Patty con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿En serio? Juanes también me invitó— agregó Gaby.
—Yo también iré— dije saliendo de mis pensamientos.
—¡Vaya Sam! Sí
que has estado de suerte ¿Por eso compraste el vestido?— preguntó Gaby.
—La verdad no, el vestido es un regalo. Me invitaron a
una mascarada en Whitemount—solté al fin.
—¡¿Qué?!— chillaron al unísono, incrédulas y
sorprendidas.
—¿Te has vuelto loca? ¡No puedes ir! — gritó Patty.
—No se preocupen estaré bien, tengo a alguien que me
cuidará.
—¿Y quién es?—
preguntó curiosa Gaby.
—Carsten von Bismarck, lo conocí el día que escapé de
la escuela— dije.
Ambas palidecieron, se quedaron boquiabiertas.
—¡Queremos detalles, y toda la verdad!— dijo Gaby.
—No hay mucho que contar— respondí.
—¿Se besaron?— preguntó Patty emocionada.
—Mmm. Sí— respondí, me sonrojé un poco.
Dieron un grito de emoción.
—Cuéntanos, ¿Cómo es él?— interrogó Gaby poniéndose en
una posición más cómoda para escucharme
con atención.
—Es alto, tiene
el cabello largo, lacio, oscuro. Ojos grises, es muy sexy y misterioso.
—Sam ¿Te das cuenta de esto?— preguntó Patty.
—¿De qué?
—¡Estás enamorada! ¡Te brillan los ojos cuando hablas
de Carsten!
Soltaron varias risitas.
Mis mejillas se encendieron contra mi voluntad.
—¿Cuándo lo conoceremos? — preguntó Gaby.
—Algún día, espero.
—Aguarda un momento, ¿Cómo saldrás de la escuela si
estás castigada?— preguntó Patty.
—Alonzo dijo que pedirá un permiso para mí por todo el
día, además dijo que podía irme luego del almuerzo.
—Un príncipe te saca del encierro y otro te lleva al
baile ¡Esto es increíble Sam! ¡Te envidio!— dijo Gaby bromeando.
—Créeme, no es fácil mentir, desearía no tener que
hacerlo. Me siento terrible.
Las conversaciones continuaron hasta tarde, a medianoche
decidimos que era hora de dormir. Me sentía algo más tranquila luego de al fin
confesarles toda la verdad a mis dos mejores amigas, esperaba recibir ciertas
reprimendas pero por lo visto mis amigas tienen la mente abierta, lo tomaron
con total naturalidad.
Patty no se equivoca, Carsten me gusta demasiado, sus
besos son increíbles y su sola presencia tiene mil efectos en mí. Estaba
ansiosa por volver a verlo, besar sus labios, estar muy cerca de él. No podía
esperar más para estar junto a mi príncipe oscuro.
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