MEMORIAS DE CARSTEN
ANSIEDAD
Y CIGARRILLOS
Esa noche era imposible que conciliara el sueño, la
idea me atormentaba. Estaba casi cien por ciento seguro que Samir estaba
siguiéndome de cerca, tanto que se ensañó con ese pobre hombre. Me sentí
completamente culpable, si no hubiera estado cerca de él Samir no lo hubiera
matado. Lo peor de todo es pensar que Samir esta suelto en Blast Ville, en
alguna parte ¿y si Sam está por aquí también? ¿Si la encuentra? ¡No! ¡No voy a
permitirlo! Ese
maldito entrometido no se le acercará ni un centímetro, si no,
no sé de lo que soy capaz. Proteger a Sam ha sido mi prioridad desde la primera
vez que la vi, y si para tenerla segura es necesario acabar con Yakich, tendré
que hacerlo.
Eric llamó a mi puerta.
—¿C, todo bien?
—Sí, déjame solo— respondí mientras me acomodaba en la
cama plantado la mirada en el techo.
Eric ignoró mi pedido y entró. Se sentó en la cama dándome
las espaldas. Imaginé su rostro preocupado mientras jalaba las mangas de su
sudadera hasta cubrirse las manos como
siempre lo hace cuando está incómodo o nervioso.
—Carsten, algo me dice que te sientes culpable por la
muerte de ese hombre— dijo.
—¿Cómo puedes estar tan seguro que es así?
—Te conozco lo suficiente como para saber que no te
gusta meter a los humanos en tus asuntos, no te gusta que muera gente inocente.
Eric, le atinó, tal vez me conoce un poco. Me dirigió
una mirada rápida por encima del hombro.
—Ese bastardo acabó con la vida de muchos humanos ya.
Una cosa son los problemas entre nosotros que al fin y al cabo no somos nada en
este mundo, pero meter a los humanos, matarlos, eso es imperdonable.
—Te ayudaré a encontrarlo y nos desharemos de él. La
ciudad volverá a estar tranquila.
—Está bien, es bueno contar con tu apoyo— dije
sentándome en la cama.
Eric se puso de pie.
—Intenta dormir un poco ahora, descansa Carsten— dijo.
Cerró la puerta a sus espaldas.
Al menos no me sentía tan solo como antes, Eric era
una compañía muy útil. De no haber estado aquí, me hubiera vuelto loco con
tantas interrogantes yo solo. Tendría que idear un plan para capturar a Samir
sin atraer la atención de los humanos.
Me levanté, abrí el cajón de la mesa que llevaba la
lámpara, saqué una cajetilla de cigarrillos, busqué un encendedor en mis
bolsillos. Prendí un cigarrillo, la primera vez que fumaría, pero me arrepentí.
Dejé que el cigarrillo se consumiera dentro de un cenicero mientras mi mente
creaba mil planes macabros para deshacerme de Samir.
Recordé que planear la muerte de Serena no fue gran
cosa. La muy tonta era capaz de cualquier cosa por complacerme, hasta caer en
mi trampa. Aquella noche oscura me dejé llevar por un ataque de adrenalina, aunque
Matty me controló un poco. Mis recuerdos estaban dispersos y borrosos sobre
cómo fue que la asesinamos, sólo recordaba ver la sangre salpicar por todas
partes mientras sus gritos resonaban en el silencio de la noche hasta
silenciarse por completo.
El sueño pudo más. Me recosté sobre la cama y me quedé
dormido al instante. Por lo general no tengo sueños o al menos no los recordaba, pero esa noche
pasó algo inesperado. Vi a Sam corriendo por una callejuela, jalaba del brazo a
un chico rubio, al parecer estaba herido. Ambos escapaban de algo o alguien. Eric
me despertó bruscamente.
—¡Carsten! ¡Despierta!— gritó.
Abrí los ojos atacado por el repentino grito de Eric. ¡Maldita
pesadilla!
Respiré hondo para calmarme.
El sol entraba por mi ventana iluminando el lugar en
tu totalidad casi al punto de dañarme la vista, extrañaba la oscuridad de mi
habitación en Whitemount.
Eric me miraba sin decir nada, al parecer esperaba que
reaccionara por completo, de pronto se acercó a la ventana de mi habitación y plantó la mirada en un
punto fijo.
—¿Qué pasa?—
pregunté poniéndome de pie.
—Es la policía creo que vienen por ti— dijo.
Un líquido helado recorrió mi cuerpo por las venas. Me
asomé a la ventana. Efectivamente, un
agente conversaba con una anciana que señalaba con el dedo las gradas de
la entrada del bloque donde queda mi apartamento.
—Maldita vieja, que estará diciendo— bufó Eric.
Sonreí con un poco de malicia.
—No tenemos miedo, ¡Que vean que estamos aquí! — dije
muy fiado de mí.
—Así es, pero ¿Por qué usaste el plural?— preguntó.
—Bueno, dijeron que el asesino era un adolescente
¿No?— dije sonriendo.
Eric me miró lleno de pánico.
—No creerás que soy yo ¿Verdad?— dijo.
Codeé su brazo.
—No, pero es parte de mi plan B— dije.
—Tus planes por lo general me asustan— dijo sin quitar
la vista de la patrulla.
—¿De qué hablan?— pregunté refiriéndome a la gente
afuera.
—Eso intento saber, no interrumpas— dijo.
Eric tenía una audición muy aguda, podía escuchar
hasta el sonido de un alfiler al caer al piso si se concentraba, podía escuchar
conversaciones a distancia. Poder que era a veces una molestia más que una
utilidad.
—La anciana dice que vio a un chico entrar en este
apartamento, al parecer me está describiendo, el policía hace un retrato mío
con la descripción que le da la mujer. Espero que sea un buen dibujo—dijo entre
risas.
—Morello y su ego nuevamente, ojala te dibuje como
monigote— dije en son de broma.
Sonrió.
El agente subió a la patrulla y la anciana regresó a
su casa.
—El plan número uno es limpiar nuestra imagen. Esa
vieja nos ha hecho mala fama, necesitamos hacer creer que somos los chicos
buenos del barrio— dijo.
—¡Estás loco si piensas que me vestiré como un nerd!—
dije levantando la voz.
—Tranquilo, no había pensado en eso. Pero no es mala
idea.
Lo miré con odio.
Luego de desayunar salimos del apartamento. Tomamos
asiento en la entrada al condominio, esperando la oportunidad perfecta para
demostrar nuestra "bondad". Eric traía puestos los un par de
audífonos enormes, escuchaba música de un pequeño reproductor de mp3, movía sus
manos como si estuviera tocando una batería invisible, su pie derecho hacía de
bombo, parecía muy concentrado, disfrutaba del momento.
Hace mucho que no tocábamos juntos. Dejé mis guitarras
en Whitemount, maldije ese momento, necesitaba hacer música otra vez, era el
único escape para mi mente.
Mis pensamientos se esfumaron cuando la anciana
apareció cargada con bolsas de compras que le impedían cruzar la calle con
rapidez.
—Llegó nuestra oportunidad— le dije a Eric mientras le
movía el brazo para sacarlo de su trance musical. Se asustó un poco al
reaccionar tan abruptamente, al parecer su mente estaba en pleno concierto. Se
quitó los audífonos, puso en pausa la música y me acompañó en dirección a la
anciana.
La vieja nos miró asustada.
—¿Podemos ayudarla con sus bolsas señorita?— dijo Eric
intentando romper el hielo con la mujer. Casi me echo a reír.
Funcionó. La anciana sonrió.
—Claro que sí, la ayuda de dos jovencitos tan apuestos
es siempre bien recibida— dijo mientras entregaba las bolsas a Eric y tomaba mi
brazo para apoyarse al andar.
Le di una sonrisa de complicidad a Eric.
—¡Qué tiempos aquellos! La juventud era sana,
tranquila, uno podía salir a la calle sin temer por su vida. Y los muchachos
eran atentos y muy guapos como ustedes— dijo la anciana cuando la ayudábamos a
cruzar la calle. Me invadieron unas ganas tremendas de lanzarla a las llantas
del coche que se nos acercaba. Pero me controlé, mis impulsos malvados eran muy
fuertes a veces. El coche se nos acercaba a velocidad sin detenerse, la anciana
apretó mi brazo con fuerza pero no pudo apurar el paso. Eric se paró de frente
hacia el vehículo obligando al conductor a frenar a fondo.
—¡Que te pasa! ¡Quieres morir bajo mis ruedas!— gritó
el conductor.
Eric sonrió.
—No creo que tu carcacha pueda contra mí— le dijo
El hombre lo miró con odio.
Eric respondió igual pero con una sonrisa, hizo un
gesto con la cabeza y los hombros invitando al tipo a pelearse con él.
—Dejémos que se encargue de ese hombre— le dije a la anciana
mientras cruzábamos la pista a espaldas de Eric.
Llegamos a la puerta de la casa de la anciana. Eric
dejó su pelea con el tipo del coche y entregó los paquetes a la mujer.
—¿Ustedes son actores de cine?— preguntó la anciana.
—No— respondí.
—Deberían serlo— dijo la mujer curvando sus arrugados
rasgos en una sonrisa a la cual le faltaban varios dientes.
—Bueno, entonces debemos ir a buscar empleo a
Hollywood ahora mismo, que tenga un buen día— dijo Eric mientras daba media
vuelta.
—Adiós— dije.
—Gracias muchachos, esperen, no me han dicho sus nombres— dijo
ella.
—Eric, para servirle— dijo mi acompañante haciendo una
tonta reverencia burlona.
—Carsten— dije levantando mi mano derecha.
—Que lindos nombres muchachos, hacen juego con
ustedes, yo soy Daisy.
—Mucho gusto— dijimos a la vez Eric y yo.
—Bueno Daisy fue un gusto conocerla, tenemos que
seguir con nuestra rutina, nos vemos luego— dijo Eric jalándome del brazo.
—Adiós Daisy— dije mientras era casi arrastrado por mi
compañero.
Daisy movió su mano derecha frenéticamente en señal de
despedida.
Una vez lo suficientemente lejos de ella Eric habló.
—¿Sientes lo mismo que yo?— preguntó.
—¿Asco de tanta bondad?
—¡No! Siento muy cerca a alguien de los nuestros,
¡Puede ser Samir!
¡Maldición! ¿Cómo pude tener la guardia tan baja para
no darme cuenta?
Caminamos rápidamente hacia la calle paralela a la que
estábamos pero sólo logramos ver un espectro difuminado escapando de nosotros a
través de una azotea. Eric iba a seguirlo, lo detuve. No podíamos arriesgarnos
a ser vistos saltando azoteas de día.
Esta vez Samir se nos había escapado. Pero sería la primera y la única vez, me
encargaría de acabar con el como lo hice con la odiosa de Serena.
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