domingo, 12 de octubre de 2014

CAPITULO 25 La Calle


CARSTEN

"La vida en el mundo terrenal era un sueño vano de maldad, soledad y tristeza. Necesito tu presencia para poder sonreír de verdad"


MEMORIAS DE CARSTEN
LA CALLE
Las paredes de piedra se habían ido, los conocidos, Matty, Eric, todos. Estaba ahora verdaderamente solo en lo que parecía un paraíso mágico para dar rienda suelta a mi maldad. Me uní a una banda de ladrones de los suburbios de Blast Ville ¿De qué otro modo podría
justificar mis actos vandálicos? Aunque prefería hacer trabajos en solitario, para no dejar mis poderes a la luz, los chicos a veces compartían sus recompensas con todo el grupo y una pequeña parte me tocaba a mí. Con el dinero que robé de algunas personas me instalé en un cómodo departamento en una zona tranquila del centro. De pocos fui llenándolo con lo necesario, me encantaría tener a Sam junto a mí, aquí. Pero ella no estaba, y la extrañaba a morir. El vacío en mi pecho se estaba haciendo más grande, necesitaba a Sam, la necesitaba ahora, quería abrazarla, sentirla. ¡Mi alma la pide a gritos! Quería tocarla, recorrer su cuerpo con mis dedos, sentir su piel, su perfume, ver sus ojos…
Mis recuerdos fueron interrumpidos por un golpe en la ventana trasera de mi apartamento. Sin dudarlo fui al lugar rápidamente. 
— ¿Eric? ¿Qué diablos haces aquí? — le pregunté sorprendido.
—Tuve que seguirte.
—¡Mierda! ¿Te escapaste de Whitemount por seguirme?— pregunté sin creerme lo que escuchaba.
—Sí.
No pude creer que Eric fuera tan imbécil, tan torpe, y tan leal como para dejar Whitemount para acompañarme.
—Si vienes a darme dinero, tengo suficiente. Así que puedes regresar a la escuela— le dije  mientras acomodaba la alfombra con el pie, intentando ignorarlo.  
—No vine a darte dinero, vine a acompañarte. Sé que necesitas compañía. Detestas la soledad aunque lo niegues— dijo.
Vaya, Eric hablaba en serio y sus palabras me reconfortaron. Me acerqué a él y le palmeé la espalda.
—Gracias, no sabes cuánto necesitaba una cara conocido en la ciudad— dije dándole una sonrisa real.
Sonrió también.
—Bueno parece que tendré que hacerte un espacio entre todas mis cosas—  dije con un poco de pesar.
—No hay problema, con que pueda dormir está bien.
—Quédate aquí pero nada de llenar el lugar con el humo de tus cigarrillos.
Alzó una mano.
—Hecho.
Eric me siguió escaleras arriba, el pequeño apartamento contaba con una segunda planta donde estaban las habitaciones, la mía y una que había preparado en caso llegara una visita algún día.
—Entra.
—Trataré de no hacer tantos destrozos— dijo al ingresar a la pieza, se lanzó de golpe a la cama.
—Morello, le haces una grieta a la pared y yo te agrietaré los huesos. ¿Entendido? — le advertí.
—Bien, bien. ¡Qué amargado andas! ¿La ciudad te volvió viejo? Creo que necesitas un poco de las mezclas de Matty para relajarte.
—¡Son letales idiota! ¡No sé cómo puedes tomar eso!
—No son tan malos cuando te acostumbras. ¡Mataría por un poco ahora mismo!
Aún no logro entender su desmedida pasión por el alcohol de mala calidad.
—Sabes, seguirte durante todo este tiempo ha sido tarea muy dura, tomaré una siesta—  dijo.
—Bien, iré a buscar algo qué comer — dije mientras daba media vuelta.
De llegada a la cocina noté que no quedaba nada de dinero en el cajón de mis ahorros, lo gasté todo ayer comprando una silla para mi caballo en un puesto de antigüedades en la feria de la ciudad, aunque no estaba muy seguro si algún día volvería a la escuela o algún torneo de jousting, de cualquier forma lo guardaría como recuerdo.
Ni modo, tenía que salir a conseguir algo de dinero. Caminé por las diversas calles hasta llegar a los suburbios, la media luz de la noche lo haría más fácil. Necesitaba una víctima, una presa fácil para un robo. A lo lejos divisé a un hombre muy nervioso retirando dinero de un cajero automático. Usando mi velocidad al máximo me acerqué a él sin que lo notara, cuando abandonó la cabina del cajero, lo intercepté por las espaldas.
—¡Dame  todo el dinero y nadie saldrá lastimado!— le dije.
Apreté fuertemente su cuello con mi brazo izquierdo, su cuerpo era diminuto y frágil ante mi fuerza, traté de no ejercer demasiada presión para no lastimarlo seriamente. Las manos le temblaban y el miedo le heló la piel al límite. Soltó el dinero lentamente sobre mi mano derecha. Eran demasiados  billetes, me quedé con la cuarta parte.
—Llévate el resto— le dije mientras tiraba los billetes restantes al suelo y huía con rumbo  a la guarida de la pandilla.
El lugar estaba abarrotado. Tomé asiento en uno de los bancos frente a la barra del mini bar.
—Parece que tienes una mala noche— me dijo Francesca, con una de sus clásicas sonrisas coquetas mientras se inclinaba sobre la mesa dejando a la vista su pronunciado escote. Desvié la mirada hacia otra parte, detestaba ese tipo de espectáculos.
—Yo podría hacer que te olvides de todo— agregó mientras me tocaba la pierna.
Me puse de pie bruscamente y la miré con seriedad haciéndole saber que quería que se detenga.
—¿Por qué te pones tan difícil Carsten?— preguntó rendida.
Francesca es el deleite visual de cualquier hombre humano. Pero yo detestaba su forma de ser, su figura extremadamente voluptuosa y su coquetería me sacaba de quicio hasta en mis momentos más tranquilos. Lo peor de todo, es que ella es la novia del jefe de la pandilla, sin embargo cualquier miembro podía hacerle lo que quisiera como si nada, yo no encajo en ese papel. Digamos que tengo mi lado respetuoso hacia las mujeres humanas o no.
—¡Ya te he dicho mil veces que me dejes en paz!— le dije alzando la voz.
—¿Acaso no te gusto?— preguntó haciéndose la inocente.
—Te detesto— respondí.
No soportaría su presencia ni un minuto más. En medio de mi mal humor salí de la guarida a prisa y por desgracia me encontré con algo terrible. El hombre al que había asaltado yacía tirado en el piso en medio de un charco de sangre. Oí una sirena de patrulla policial acercándose, largué la carrera de regreso a mi apartamento sin poder quitarme de encima la imagen del hombre muerto.
Llegué a casa y cerré la puerta de golpe a mis espaldas. La tensión del momento me obligó a pegar la espalda contra algo firme. Me sentía completamente desconcertado.
—¿Qué pasa?— preguntó Eric sin moverse del sofá, me miró con atención.
—Nada— mentí.
Eric encendió la Tv del living. El viejo aparato emitió un pitido agudo antes de mostrar la imagen.
—Transmitimos en vivo, un nuevo asesinato se produjo en la ciudad. Esta vez la víctima es un hombre de cuarenta años quien fue asesinado luego de realizar un retiro en un cajero automático. Testigos señalan que el asesino es un adolescente— Dijo la comentarista de noticias.
Palidecí ante la noticia.
—¡Carsten! ¡No!— Gritó Eric culpándome con sus ojos saltones puestos sobre mí.
—¡Cálmate! ¡No fui yo!—  dije con las manos a punto de temblarme por el pánico.
—¿Y por qué estás tan nervioso?
—Sí asalté a ese hombre, pero yo no lo maté.
Eric volvió la mirada hacia la televisión sin salir de su asombro.
—Te lo juro, yo no fui— dije desesperado.
—Te creo.
La narradora de noticias continuó su informe.
—Al parecer el hombre murió atravesado por un arma poderosa y letal, le arrancaron el corazón sin destruir todo su cuerpo. Esta es la quinta víctima del asesino "arranca corazones".
—Sólo alguien de nuestra raza puede hacer algo así, definitivamente el asesino no es humano— dijo Eric sin quitar los ojos de la pantalla.
Mi crisis de pánico acabó abriéndome paso al entendimiento.
—¡Mierda! ¡Ya sé quién está tras de esto!— grité.

—¡Samir!— dijimos Eric y yo a la vez.

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