CARSTEN
"La
vida en el mundo terrenal era un sueño vano de maldad, soledad y tristeza.
Necesito tu presencia para poder sonreír de verdad"
MEMORIAS DE CARSTEN
LA
CALLE
Las paredes de piedra se habían ido, los conocidos,
Matty, Eric, todos. Estaba ahora verdaderamente solo en lo que parecía un
paraíso mágico para dar rienda suelta a mi maldad. Me uní a una banda de
ladrones de los suburbios de Blast Ville ¿De qué otro modo podría
justificar
mis actos vandálicos? Aunque prefería hacer trabajos en solitario, para no
dejar mis poderes a la luz, los chicos a veces compartían sus recompensas con
todo el grupo y una pequeña parte me tocaba a mí. Con el dinero que robé de
algunas personas me instalé en un cómodo departamento en una zona tranquila del
centro. De pocos fui llenándolo con lo necesario, me encantaría tener a Sam
junto a mí, aquí. Pero ella no estaba, y la extrañaba a morir. El vacío en mi
pecho se estaba haciendo más grande, necesitaba a Sam, la necesitaba ahora,
quería abrazarla, sentirla. ¡Mi alma la pide a gritos! Quería tocarla, recorrer
su cuerpo con mis dedos, sentir su piel, su perfume, ver sus ojos…
Mis recuerdos fueron interrumpidos por un golpe en la
ventana trasera de mi apartamento. Sin dudarlo fui al lugar rápidamente.
— ¿Eric? ¿Qué diablos haces aquí? — le pregunté
sorprendido.
—Tuve que seguirte.
—¡Mierda! ¿Te escapaste de Whitemount por seguirme?—
pregunté sin creerme lo que escuchaba.
—Sí.
No pude creer que Eric fuera tan imbécil, tan torpe, y
tan leal como para dejar Whitemount para acompañarme.
—Si vienes a darme dinero, tengo suficiente. Así que
puedes regresar a la escuela— le dije
mientras acomodaba la alfombra con el pie, intentando ignorarlo.
—No vine a darte dinero, vine a acompañarte. Sé que
necesitas compañía. Detestas la soledad aunque lo niegues— dijo.
Vaya, Eric hablaba en serio y sus palabras me
reconfortaron. Me acerqué a él y le palmeé la espalda.
—Gracias, no sabes cuánto necesitaba una cara conocido
en la ciudad— dije dándole una sonrisa real.
Sonrió también.
—Bueno parece que tendré que hacerte un espacio entre
todas mis cosas— dije con un poco de
pesar.
—No hay problema, con que pueda dormir está bien.
—Quédate aquí pero nada de llenar el lugar con el humo
de tus cigarrillos.
Alzó una mano.
—Hecho.
Eric me siguió escaleras arriba, el pequeño
apartamento contaba con una segunda planta donde estaban las habitaciones, la
mía y una que había preparado en caso llegara una visita algún día.
—Entra.
—Trataré de no hacer tantos destrozos— dijo al
ingresar a la pieza, se lanzó de golpe a la cama.
—Morello, le haces una grieta a la pared y yo te
agrietaré los huesos. ¿Entendido? — le advertí.
—Bien, bien. ¡Qué amargado andas! ¿La ciudad te volvió
viejo? Creo que necesitas un poco de las mezclas de Matty para relajarte.
—¡Son letales idiota! ¡No sé cómo puedes tomar eso!
—No son tan malos cuando te acostumbras. ¡Mataría por
un poco ahora mismo!
Aún no logro entender su desmedida pasión por el
alcohol de mala calidad.
—Sabes, seguirte durante todo este tiempo ha sido
tarea muy dura, tomaré una siesta— dijo.
—Bien, iré a buscar algo qué comer — dije mientras
daba media vuelta.
De llegada a la cocina noté que no quedaba nada de
dinero en el cajón de mis ahorros, lo gasté todo ayer comprando una silla para
mi caballo en un puesto de antigüedades en la feria de la ciudad, aunque no
estaba muy seguro si algún día volvería a la escuela o algún torneo de jousting,
de cualquier forma lo guardaría como recuerdo.
Ni modo, tenía que salir a conseguir algo de dinero.
Caminé por las diversas calles hasta llegar a los suburbios, la media luz de la
noche lo haría más fácil. Necesitaba una víctima, una presa fácil para un robo.
A lo lejos divisé a un hombre muy nervioso retirando dinero de un cajero
automático. Usando mi velocidad al máximo me acerqué a él sin que lo notara, cuando
abandonó la cabina del cajero, lo intercepté por las espaldas.
—¡Dame todo el
dinero y nadie saldrá lastimado!— le dije.
Apreté fuertemente su cuello con mi brazo izquierdo, su
cuerpo era diminuto y frágil ante mi fuerza, traté de no ejercer demasiada
presión para no lastimarlo seriamente. Las manos le temblaban y el miedo le
heló la piel al límite. Soltó el dinero lentamente sobre mi mano derecha. Eran
demasiados billetes, me quedé con la
cuarta parte.
—Llévate el resto— le dije mientras tiraba los
billetes restantes al suelo y huía con rumbo
a la guarida de la pandilla.
El lugar estaba abarrotado. Tomé asiento en uno de los
bancos frente a la barra del mini bar.
—Parece que tienes una mala noche— me dijo Francesca,
con una de sus clásicas sonrisas coquetas mientras se inclinaba sobre la mesa
dejando a la vista su pronunciado escote. Desvié la mirada hacia otra parte,
detestaba ese tipo de espectáculos.
—Yo podría hacer que te olvides de todo— agregó
mientras me tocaba la pierna.
Me puse de pie bruscamente y la miré con seriedad
haciéndole saber que quería que se detenga.
—¿Por qué te pones tan difícil Carsten?— preguntó
rendida.
Francesca es el deleite visual de cualquier hombre
humano. Pero yo detestaba su forma de ser, su figura extremadamente voluptuosa
y su coquetería me sacaba de quicio hasta en mis momentos más tranquilos. Lo
peor de todo, es que ella es la novia del jefe de la pandilla, sin embargo
cualquier miembro podía hacerle lo que quisiera como si nada, yo no encajo en
ese papel. Digamos que tengo mi lado respetuoso hacia las mujeres humanas o no.
—¡Ya te he dicho mil veces que me dejes en paz!— le
dije alzando la voz.
—¿Acaso no te gusto?— preguntó haciéndose la inocente.
—Te detesto— respondí.
No soportaría su presencia ni un minuto más. En medio
de mi mal humor salí de la guarida a prisa y por desgracia me encontré con algo
terrible. El hombre al que había asaltado yacía tirado en el piso en medio de
un charco de sangre. Oí una sirena de patrulla policial acercándose, largué la
carrera de regreso a mi apartamento sin poder quitarme de encima la imagen del
hombre muerto.
Llegué a casa y cerré la puerta de golpe a mis
espaldas. La tensión del momento me obligó a pegar la espalda contra algo
firme. Me sentía completamente desconcertado.
—¿Qué pasa?— preguntó Eric sin moverse del sofá, me
miró con atención.
—Nada— mentí.
Eric encendió la Tv del living. El viejo aparato
emitió un pitido agudo antes de mostrar la imagen.
—Transmitimos en vivo, un nuevo asesinato se produjo
en la ciudad. Esta vez la víctima es un hombre de cuarenta años quien fue
asesinado luego de realizar un retiro en un cajero automático. Testigos señalan
que el asesino es un adolescente— Dijo la comentarista de noticias.
Palidecí ante la noticia.
—¡Carsten! ¡No!— Gritó Eric culpándome con sus ojos
saltones puestos sobre mí.
—¡Cálmate! ¡No fui yo!— dije con las manos a punto de temblarme por
el pánico.
—¿Y por qué estás tan nervioso?
—Sí asalté a ese hombre, pero yo no lo maté.
Eric volvió la mirada hacia la televisión sin salir de
su asombro.
—Te lo juro, yo no fui— dije desesperado.
—Te creo.
La narradora de noticias continuó su informe.
—Al parecer el hombre murió atravesado por un arma
poderosa y letal, le arrancaron el corazón sin destruir todo su cuerpo. Esta es
la quinta víctima del asesino "arranca corazones".
—Sólo alguien de nuestra raza puede hacer algo así,
definitivamente el asesino no es humano— dijo Eric sin quitar los ojos de la
pantalla.
Mi crisis de pánico acabó abriéndome paso al
entendimiento.
—¡Mierda! ¡Ya sé quién está tras de esto!— grité.
—¡Samir!— dijimos Eric y yo a la vez.
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