ADIÓS,
JAKOV
Los chicos continuaron su conversación sobre temas sin
demasiada importancia.
Me quedé un tanto pensativa, quería ver a Carsten de
algún modo. ¿Pero cómo? Lo echaba de menos, quería tener noticias suyas. Cuando
dejé mis pensamientos noté que me había
quedado a solas en la habitación
con Jakov.
—¿Dónde están?— pregunté refiriéndome a Thony y Alonzo.
—Dijeron que traerían algo de cenar— respondió
despreocupado Jakov.
Se acercó a mí.
Me miró a los ojos, parecía tímido.
—Se rumorea que Alonzo y tú leen el futuro— dijo.
—Sí ¿Quién te lo contó?
—Molly.
—Ella— dije sin ánimos.
—¿Podrías hacerme un favor?
—Claro, dime.
—Mira mi futuro, por favor— pidió.
Me sorprendió la seriedad con la que lo dijo, así que
le hice caso. Tomé sus manos, sólo para fingir. No contaba con que tendría una
visión real, lo que vi a continuación me
dejó helada.
Era de noche, Jakov caminaba como de costumbre por la
callejuela cercana a la residencia. Una sombra lo perseguía sin que él lo
notara, lo tomó por sorpresa y atravesó su cuerpo arrancándole el corazón. La persona dejó verse, era un chico de
cabello oscuro ensortijado, ¡No es
humano! ¡Ese debía ser Samir! ¡Samir mataría a Jakov!
Un par de gruesas lágrimas se escaparon de mis ojos.
La visión terminó, me desmayé al instante.
Minutos más tarde la voz de Anthony me despertó
lentamente.
—Sam, Sam. Estoy aquí ¿Puedes oírme?— preguntó
asustado.
—Sí, estoy bien— respondí incorporándome con mucho esfuerzo.
Estuve recostada en mi cama. Atrás de Anthony, Jakov y
Alonzo me miraban con preocupación. Noté claramente que Alonzo pudo leer mi
mente y ver la terrible situación, su rostro me daba a entender que lo sabía
todo, no podemos hacer nada al respecto, parecía
decirme.
Llamé a Anthony.
—Necesito que
detengas el momento— Le susurré al oído.
Así lo hizo. Cerró los ojos, se concentró y Jakov dejó
de moverse al igual que las manecillas del reloj de la pared. Puse a Thony al
tanto de lo que estaba pasando.
—Bien, ¿Cuál es el plan?— preguntó Alonzo mientras
tomaba asiento a mi lado en la cama.
—Tendré que ser la sombra de Jakov, lo seguiré a todos
lados— dije.
—Mala idea— aseguró Anthony negando con la cabeza.
—¿Por qué?— pregunté.
—Se dará cuenta que eres algo más que un humano, en
algún momento te darás a notar— dijo.
—Puedes seguirlo a todas partes como…— dijo Alonzo.
—¡Una cita!— interrumpió Anthony.
—¡Ustedes están locos!— grité molestándome un poco.
—Mira bien la situación Sam, no tenemos de otra.
¿Dejarás que Jakov muera?— preguntó
Alonzo.
—No, no quiero eso.
No puedo dejar a Jakov morir en manos de Samir, pero tampoco quiero
ilusionarlo falsamente.
Luego de una pausa respondí.
—Está bien, seré la cita
de Jakov, sólo por mantenerlo a salvo.
Anthony volvió el tiempo a la normalidad.
—Sam, ¿Te sientes mejor?— preguntó Jakov recobrando
movilidad.
—Sí, estoy mucho mejor. Gracias por preocuparte— dije.
Se sonrojó notoriamente.
Anthony y Alonzo sonrieron e intercambiaron una mirada
de burla.
Antes que Jakov se fuera, lo detuve.
—¿Pasa algo?— preguntó asustado.
—No, solo quería despedirme.
—Espero que duermas bien. Sam, ¿Me dirás qué viste en
mi futuro?
—Te lo diré mañana. Quiero pasar todo el día contigo.
Se sorprendió demasiado y sonrió ampliamente.
—¿Conmigo?— preguntó incrédulo.
—Sí, te contaré todo lo que vi si me prometes algo.
—¿Qué?
—No salgas de tu habitación esta noche, y mañana
pasaremos todo el día juntos, ¿OK?
—Perfecto, así será—
respondió aunque estaba algo confundido por mi propuesta.
—Hasta mañana— dije a la vez que le daba un beso en la
mejilla.
Tanta preocupación no me dejaba dormir. Alonzo lo
notó. Se recostó a mi lado en el pequeño espacio que quedaba en la cama. Mi
cuerpo se estremeció.
—Tranquila— dijo mientras jugaba con mi cabello.
—No puedo estar tranquila. Jakov está en peligro por
mi culpa.
—Jamás debimos venir aquí, no debí permitir que me
sacarás de Blackmount, ¿Sabes el gran lío en el que nos hemos metido?— dijo.
—Valió la pena, te tengo libre aquí a mi lado. Estás a
salvo— dije volviéndome en su dirección.
Se acercó aún más y sorpresivamente me dio un beso en
la frente, sonreí a medias. Me sentí adormecida por su presencia, a lo mejor
era otro de los poderes de Alonzo sobre el cual aún no me había contado, o era sólo mi cansancio inevitable tras usar
mi poder.
—Gracias, ¡Qué sería de mí si tú no existieras!— dijo.
—No es nada, era mi deber sacarte de ahí. Además, te
debía muchas.
Me miró fijamente con ternura. Por un momento pensé
que me besaría en los labios.
—Intenta dormir, te espera un día muy largo— dijo
volviendo a tomar entre sus dedos uno de mis rizos.
—Intentaré.
Cerré los ojos y Alonzo empezó a tararear una dulce
melodía que me hizo dormir al instante.
Por primera vez en nuestro loco recorrido me sentí en
calma al estar ahí. Al lado de Alonzo Moretti el chico al que… ¿Amo? ¿Amé?
¡Maldición! Mi mente no tenía respuestas para esas preguntas. Mi corazón se
desbocaba con su mirada, su sonrisa, mi cuerpo intentaba engañarlo pidiendo que
se alejara mientras mi piel pedía una caricia, un beso. Un beso de Alonzo.
Aquel dulce beso que nos dimos esa noche en la puerta de la casa de los Ankh,
jamás podría quitarme ese sabor de mis labios, esa sensación en mi cuerpo y esa
calma total en mi alma.
Alonzo, no sé qué me está pasando, pero sé que aún no
te olvido. No puedo olvidarte ¡Me niego a olvidarte! Mi corazón te pide, pero
mi mente te repele. ¿Qué me pasa?
A la mañana siguiente desperté en medio de los brazos
de Alonzo, ante la mirada sorprendida y molesta de Anthony.
—¿Puedo saber que hacen?— interrogó Thony con voz
seria.
Alonzo se despertó de inmediato, caminó hacia la
mesita de la habitación, se quitó la camiseta vieja que usaba como pijama y
buscó algo que ponerse.
—Alguien te está esperando en la puerta— dijo Thony.
Me levanté con rapidez, cambié mi ropa y abrí la
puerta. Jakov me esperaba con un enorme ramo de flores en las manos.
—Jakov, ¡Es hermoso!— dije sorprendida. De verdad no
me esperaba semejante detalle.
—Mereces más que esto— dijo.
Tomé el ramo de flores, las dejé dentro de un florero
del lugar. Anthony y Alonzo se quedaron boquiabiertos. Tomé un poco de billetes de nuestros ahorros
y los metí en mis bolsillos.
—No me esperen— les dije a los chicos antes de salir y
cerrar la puerta a mis espaldas.
Jakov sonrió y me tendió su mano. La tomé, aunque me
sentía culpable.
—Bien ¿Dónde
iremos?— pregunté.
—Pensé que tú planeaste algo— dijo.
—No conozco muy bien la ciudad ¿Qué tal si damos un
paseo?
Jakov asintió
con la cabeza.
Me llevó a dar una vuelta por el centro de la ciudad,
desayunamos y luego me invitó un helado. Caminamos por varios lugares
divirtiéndonos mucho. Hasta que…
—Vamos, te invito un café— dijo.
—Claro— acepté sin darme cuenta que era el mismo lugar
en el que encontré a Carsten una vez.
No pude evitar sentir una enorme tristeza
aniquilándome por dentro.
—¿Qué pasa?— preguntó Jakov.
—No es nada,
vamos— dije disimulando.
Luego de ordenar dos cafés y tartas tuve la necesidad
de escapar de Jakov y librarme de la farsa aunque sea por unos segundos.
—¿Me esperas? Vuelvo enseguida — dije y me retiré de
la mesa sin esperar su respuesta.
Entré a los servicios para damas. Cerré la puerta con
pestillo para que nadie más pudiera entrar. Me dejé caer al piso. Era
inevitable llorar, llorar con rabia, con desesperación y dolor.
¿Qué diablos estoy haciendo? ¡Carsten! ¡Cómo diablos
pude dejarte ir! ¡Debí irme contigo! ¡Maldita sea!
Las lágrimas quemaban mi rostro, mi interior ardía en
desesperación. Y fue entonces que luego de mucho pude sentirlo. No había nadie
más en el lugar, pero mi cuerpo sentía un par de brazos envolviéndome con
fuerza. Me llevé las manos al pecho, se sentía real.
—Carsten— dije en voz alta en medio de mis sollozos.
Su voz sonó en mi cabeza.
—No estás sola. Mi angelito jamás te dejé, siempre
estoy cerca…
Esperaba escuchar más, pero su voz se apagó, la
sensación de su tacto en mi cuerpo desapareció.
Me quedé algo más calmada, y una loca idea vino a mí.
Me lavé el rostro con agua muy fría para quitar todo
rastro de mis lágrimas, luego salí a buscar al dueño del café.
—Disculpe, una
vez vi a una banda aquí. Me gustaría contratarlos para un evento, ¿Podría darme
el número de alguno de los miembros?— pregunté.
—Claro, ¿Me dices el nombre de la banda? Muchas vienen
a tocar aquí— dijo amablemente el hombre.
—Ehm… no lo recuerdo. Son tres chicos, el vocalista
tiene el cabello largo, oscuro, es bastante alto .
—¡Ah! Los night walkers.
—Exacto— dije sin estar segura del todo.
El hombre dio media vuelta y entró a lo que al parecer
era su oficina. Luego de un largo rato de espera ante la mirada lejana y
confusa de Jakov, el dueño del café volvió trayendo un papel blanco en mano.
—Sólo tengo el número de Matthew Smith, el bajista.
—Perfecto. Está bien, gracias— dije mientras tomaba el
papel y lo guardaba celosamente en el bolsillo trasero de mis jeans.
Regresé a la mesa donde me esperaba Jakov.
—¿Qué hacías?— Preguntó curioso.
—Nada relevante, sólo preguntaba por algo que necesito.
Me miró sin creérsela del todo, pero ya no siguió
preguntando.
—¿Me acompañas? Necesito comprar algo— le dije.
—Claro— respondió un poco confundido.
Salimos del café y caminamos varios metros sin cruzar
palabra alguna.
—¿Qué quieres comprar?— preguntó él.
—Necesito un móvil, con suma urgencia— respondí en
medio de mi trance emocional.
Necesitaba tener noticias de Carsten. Matthew podía
decirme si él estaba bien o mal, sólo él podría tener información certera del
paradero de mi chico, tal vez él podría decirme exactamente donde está.
Jakov me llevó a una tienda. Al llegar me acerqué precipitadamente
al vendedor.
—¡Deme el móvil más barato que tenga!— dije desesperada.
Jakov y el vendedor me miraron extrañados. Se me
olvidaba, no era especialista en cómo comportarme ante tantos humanos. El
hombre tras el mostrador dio media vuelta y me trajo un móvil moderno.
—Es el más barato que tengo— dijo.
Volteé el móvil para ver el sticker con el precio.
¡Maldición! Era más de la mitad del dinero que traía en el bolsillo. Anthony y
Alonzo iban a odiarme por esto.
—Me lo llevo— dije
y deposité todo mi dinero en el mostrador.
El vendedor
realizó la configuración del móvil y me lo entregó a las manos.
—¿No quiere que lo empaque?— preguntó.
—No, sólo dele los accesorios a mi amigo— le dije
mientras salía de la tienda a llamar a Matthew.
Me senté en una banca. Saqué el papelucho de mi
bolsillo y marqué el número rápidamente.
Estaba a punto de comerme las uñas con cada timbrada.
—¿Hola?— preguntó una voz hermosa que sonaba muy seria.
—¿Matthew?
—Sí, soy yo ¿Quién habla?
—Soy Sam, Samantha.
—¡Sam! ¿Estás bien?— preguntó volviendo su voz a un
tono más natural.
—Sí, sólo quiero saber si tienes novedades de Carsten.
—Bueno, no sé nada de él. Luego de que se fuera de
Whitemount no volví a verlo ni hablar con él. Me quedé solo, Eric también se
fue de la escuela, quien sabe a dónde.
—Ya veo
—Sam, si algo le hubiera pasado a mi primo sería el
primero en saberlo. Estoy seguro.
—OK, estaré bien, cualquier novedad avísame a este número.
—Podría ir a tu escuela a informarte si gustas.
—No estoy en la escuela.
—¡Qué! ¡Sam! ¿Dónde diablos estás?— preguntó muy
molesto.
—Escapé con unos amigos. Problemas internos, estaré
bien Matthew.
—¡No, no! ¡Esto está muy mal! Le prometí a Carsten que te cuidaría…
—Carsten sabe que fugué, repito Matthew, estoy bien.
Corté la llamada.
El móvil empezó a sonar, era Matthew devolviéndome la
llamada, apagué el aparato. Jakov estaba a mis espaldas.
—¿Matthew es tu novio?— preguntó un poco entristecido.
—No, él es… sólo un conocido.
—Pues parecía que lo conoces demasiado.
—No, no tanto como parece. Sólo quería asegurarme que
él y su familia estuvieran bien.
—¿Tuviste una visión sobre ellos?
—Si— mentí.
Su expresión se relajó, tomó asiento a mi lado, me dio
el cambio y la bolsa con los accesorios del móvil.
—Cuéntame todo ahora— exigió mirándome fijamente.
—¿Contar qué?— pregunté confundida.
—Dime lo que viste en mi futuro.
—Eso… yo… no puedo.
—¡Anda Sam! ¿Qué puede ser tan malo?
—Vi tu muerte— dije al fin.
—¿Qué?
—No puedo darte detalles, pero en esencia eso es lo
que vi.
—Entonces fue por eso ¡Fue por lástima que me
invitaste a salir! ¡Porque sabes que moriré pronto!
—¡No Jakov, no es así!
—Me voy a casa— dijo enfadado, se puso de pie y echó
andar ignorándome.
¡Maldición! el plan estaba fallando.
—Espera Jakov—. Tomé su mano obligándolo a detenerse, desvió
la mirada hacia otra parte—. Vamos a casa, ahí te contaré todo—. agregué
Afortunadamente aceptó. Caminamos de regreso a las
residencias en total silencio. Jakov parecía muy molesto, mantenía las manos en
los bolsillos y pateaba con fuerza cada piedrecita que se cruzaba en su camino.
Llegamos a casa, dejó las llaves y su chaqueta en el perchero de la entrada.
Muy bien, era el momento de sincerarse.
—Jakov— le llamé.
Dio media vuelta en mi dirección de mala gana. Me
acerqué rápidamente a él y lo abracé. Respondió a mi abrazo a medias.
—¿Aún no entiendes todo esto?— pregunté.
—La verdad no— dijo muy serio mientras plantaba su
cabeza sobre la mía.
—No quiero que te pase nada malo. Vi como unos
ladrones te asaltaban y te hacían daño, ¡No puedo permitirlo!— mentí en partes
y exageré demasiado en otras, sólo para
que me creyera.
—Sam, estaré bien.
—¡No! No puedo dejar que salgas de aquí solo, ¡Tengo que
cuidarte!— dije.
Se deshizo de mi abrazo.
—Sam, agradezco esto pero no puedo. Tengo que ir a
clases en la noche.
—Iré contigo.
—Sam, eres muy frágil ¿Cómo podrías cuidarme? Estaré
bien por mi cuenta.
Apreté los labios, es obvio, no me conoce por eso me
subestima.
—Soy más fuerte de lo que crees Jakov, no es sólo lo
que ves— respondí un poco molesta.
Ahora fue él quien me abrazó muy fuerte.
—Está bien Sam, dejaré que me cuides si eso te hace
feliz.
—Iré a almorzar con Thony y Alonzo, vuelvo por ti a las
seis— dije.
—O.K te estaré esperando.
Dejé sus brazos y entré a mi lado del piso.
Lo que vi a continuación me hizo hervir la sangre y me
sorprendió a la vez. Anthony, el Anthony que todos conocemos, estaba en nuestra
habitación muy cómodo en una de las camas… ¡Besando a Molly!
—¿Puedo saber
qué pasa aquí?— pregunté muy seria.
Molly soltó los labios de Anthony, sonrió pícaramente
y salió de la habitación más rápido que una liebre, no dijo nada. Anthony
parecía complacido.
—¿¡Qué crees que haces!?— le grité.
—¿Acaso eres la única que puede tener un romance
prohibido? Madura Sam. Si tú no lo superaste no es mi culpa— dijo él en tono serio.
—¿Superar? ¿De qué diablos hablas?— grité.
Alonzo entró a la habitación.
—¿Por qué está tan tenso el ambiente?— preguntó.
Miré a los dos muy seria y me fui a recostar en mi
cama de golpe ocultando la cara entre las almohadas.
—Sam, ¿Dónde está el dinero que te llevaste?—
interrogó Alonzo.
—Esto es lo que queda—
dije lanzando a la cama las pocas monedas que me quedaron.
—¡Sam! ¿Te volviste loca? ¿Qué hiciste con todo el
dinero?— preguntó Anthony muy molesto.
—No eres el único con necesidades sentimentales—
respondí.
—Cálmense "niños" ¿Qué está pasando aquí?—
preguntó Alonzo intentando poner orden.
—Sucede que la pequeña Sam está celosa y no puede
aceptar que Molly y yo nos hayamos besado— respondió Anthony.
—¿Celosa yo? ¡Eres un acomplejado!— grité levantando
la cara.
—¡Cállense los dos! ¿Anthony estás loco? ¡No puedes
tener un romance con una humana!— le riñó Alonzo.
—¡Claro, yo no! ¡Pero Sam si puede enamorarse de un
demonio!— le recriminó Anthony.
—Desearás no haber dicho eso nunca— amenazó Alonzo.
Se lanzó encima de Anthony a punto de golpearlo.
—¡Deténganse! No pueden pelearse por eso— dije
mientras intentaba separarlos. Al final lo logré.
—No digo que lo que Sam hace este bien, sólo intento
aconsejarte. Tómalo o déjalo. Y tú Sam, fuiste muy irresponsable al gastar el
dinero, te encargarás de recuperarlo de alguna forma— dijo muy serio Alonzo.
Sin decirles nada salí del lugar dándole a la puerta
un porrazo que por poco la trae abajo.
Toqué la puerta de la habitación de Jakov, la abrió
casi de inmediato.
—Sam, aún no son las seis. ¿Pasa algo? — dijo.
—No es nada, simplemente no quiero estar cerca de esos
dos.
—Pasa— dijo mientras se retiraba de la puerta para
dejarme entrar.
Tomé asiento en un sofá.
Jakov se dirigió al mini refrigerador que tenía ahí
dentro.
—¿Tienes hambre?— preguntó mientras acomodaba paquetes
de cosas aparentemente congeladas.
—No mucho.
Luego de unos minutos en los que Jakov movió, corto y
frió varios ingredientes, habló.
—Anda, come algo—
me tendió un plato con patatas fritas y tocino. ¿Este era el almuerzo de
los universitarios comunes?
Comí lo que me ofreció Jakov en silencio. Él no dejaba
de mirarme con curiosidad. Le dediqué una pequeña sonrisa forzada. Tomó asiento
en una silla cercana al sofá en el que yo estaba.
Dejé el plato y el tenedor sobre la mesa de centro.
—Jakov, cuéntame más de ti— dije para romper el hielo.
—¿Qué puedo decirte? Soy sólo un chico como todos, con
sueños, sentimientos y miedos.
—¿A qué le temes?— pregunté.
—Temo perder lo poco que tengo: los amigos, la
familia, las personas a las que quiero.
—Yo también le temo a eso, con la diferencia que yo ya
perdí dos de los que mencionaste.
Dirigí la mirada hacia las cosas de la repisa de
Jakov. Había una foto de una chica muy guapa.
—¿Quién es ella?— pregunté sin quitar la mirada del
portarretrato.
—Era, Alessandra.
—¿Era?
—Sí, era mi novia, murió en un accidente hace tres años.
Me quedé sin saber qué hacer o qué decir.
—Lo lamento… no debí preguntar.
La expresión en el rostro de Jakov dejaba ver
claramente que estaba muy apenado.
—Sabes, la extraño demasiado. Llegué a pensar una vez
que estaría bien si muriera yo también. Así podría estar a su lado.
—Jakov…— dije conmovida.
—Lo lamento estoy arruinando nuestro día juntos,
perdóname. Esta es la primera cita que tengo después de la muerte de Alessandra.
Aquellas palabras me hicieron sentir como el peor ser
sobre la tierra. ¡Pobre Jakov!
—No te preocupes, lo entiendo. Todo está bien Jakov.
Noté un par de lágrimas salir de sus ojos. Un impulso
sentimental me llevó hacia él, lo abracé.
Jakov lloró como un niño desconsolado en mi
regazo. Es increíble la forma en la que
los humanos pueden hacer que nos encariñemos con ellos. Son tan sensibles,
frágiles, débiles. Ahora entiendo los lazos que desarrollan los ángeles de la
guarda por sus protegidos, es casi una necesidad velar por el bienestar de tan tiernas
criaturas.
Me sentí mal, completamente culpable. Aunque Carsten
no estaba muerto su ausencia me mataba. Pobre Jakov, debería necesitar
demasiado a su novia, ¿Cómo podría sentirse bien sin ella? Empecé a llorar yo
también.
No recuerdo bien lo que pasó a continuación. Carsten
apareció en mi mente, lo rodeé con mis brazos.
—Mi amor— le dije.
Respondió a mi abrazo con igual intensidad.
—Sam, tanto tiempo sin ti— dijo.
—Por favor no permitas que despierte. Te necesito, no
puedo seguir sin ti.
—Claro que puedes, mírame. Te amo, jamás voy a
dejarte. Pero debo hacer que despiertes, me quedaré muy débil si no me detengo
ahora.
Lo besé con pasión hasta que desapareció lentamente
mientras la oscuridad volvía a mi mente.
Pasadas unas horas, al darme cuenta, me había quedado
profundamente dormida en el sofá. Al parecer Jakov me cubrió con una manta
antes de salir de casa.
Me levanté rápidamente.
—¡Maldición!— rugí.
Jakov había salido de casa sin decirme nada. Bajé las
escaleras a toda velocidad. Afortunadamente lo encontré en el vestíbulo.
—¿Por qué saliste sin mí?— grité riñéndolo.
—Lo siento. Lloraste mucho hasta quedarte dormida,
consideré que era mejor dejarte descansar.
Solté un suspiro. Jakov me miró, parecía que quería
disculparse.
—No hay tregua cuando se trata de cuidarte— dije.
Sonrió sin ganas.
—O.K, vamos se me hace tarde.
Caminamos mucho hasta llegar al campus, nunca había
estado ahí. Era muy bonito e interesante, pero no tan interesante como
Whitemount. Los universitarios caminaban por todas partes, dirigiéndose a sus
respectivos salones o a alguna
fraternidad. Me resultaba intrigante verlos, seguirlos de cerca, pero no
ahora que era prácticamente el guardaespaldas de Jakov, debía concentrarme en
mi misión.
—Bueno, tengo que entrar a clases Sam. Vuelve a casa—
dijo Jakov.
—No, te esperaré por aquí. Es más me sentaré en esta
banca y no me moveré— dije y me senté en
una de las bancas de madera del pasillo.
Jakov se despidió de mí, dio media vuelta, caminó un
poco más e ingresó a un aula.
Me quedé tal y cómo prometí, sentada en la banquita
sin nada más que hacer.
Un grupo de chicos pasaron frente a mí, se detuvieron.
—Hola, lindura ¿Qué haces aquí tan solita?— me
preguntó el moreno haciéndose el coqueto.
—Aléjate— dije en tono serio.
—Muñeca, no seas tan ruda. Ven conmigo— agregó
jalándome del brazo con fuerza.
Pero una mano poderosa lo detuvo al instante.
—Ella dijo que te alejes— le recordó Alonzo mientras
le plantaba encima una mortífera mirada de odio, esa mirada que hasta a mí me
daba miedo.
—¡Hey! Hermano no es para tanto— dijo el moreno, al fin me soltó.
Se fue junto a sus amigos susurrando algo entre ellos.
Alonzo aún seguía hinchado de ira.
—Tranquilo, ya se fueron. Gracias por salvarme— dije tomando sus manos entre las mías para
calmarlo.
—No te preocupes, es mi deber cuidarte.
—¿Tu deber?
—Sí, tú me sacaste de la sala oscura, yo te cuido del
mundo.
Sonreí un poco.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?— pregunté.
—Te seguí.
Tomó asiento a mi lado.
—¿Entonces ya no estás molesto por lo del dinero?—
pregunté.
—Por ahora tenemos cosas más importantes en qué
ocuparnos, pero tú sola te encargaras de reponerlo.
—Está bien lo haré.
Luego de una pausa volvió a hablar.
—¿De verdad crees que seguir a Jakov todos los días
evitará su muerte?— preguntó.
—¿No es así?— pregunté muy confundida.
—No, claro que no, sólo lograrás alargar las cosas. Samir
lo encontrará de un modo u otro, quiere venganza y Jakov está en medio de todo.
—¡No puede ser!
—Sam, creo que debes ir haciéndote la idea que Jakov
morirá…
—¡Eso nunca!—. Grité poniéndome de pie por la furia—.¡No
dejaré que ninguna persona muera por mi culpa, no dejaré que Jakov sea
castigado por ayudarnos!—
Alonzo no se inmutó.
—Tal vez ese es su destino— dijo sin mirarme a los ojos.
—Alonzo ¿Qué dices? ¿Sabes algo más?
****
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