CONFESIONES
DE ÚLTIMO MOMENTO
—Sam, despierta. Ya es de día.
La voz de
Anthony se dejó escuchar desde el otro lado de la habitación. Abrí los ojos
lentamente.
—Ya sé que es de día— dije con voz seria, el enojo por
los acontecimientos de ayer aún me duraba.
—¿Por qué no estás levantado?— le pregunté a Thony.
Hizo una pausa antes de hablar.
—No puedo— respondió frustrado y con gran tristeza en
la voz.
Inmediatamente dejé de lado mi mal humor. Me acerqué a
él y lo ayudé a incorporarse con mucho
cuidado. Arrugó el rostro en señal de dolor.
—Lo siento. Todos estos problemas, la batalla y todo
me ha tenido muy ensimismada, en verdad lo siento— alcancé a decir.
—Está bien, entiendo. Además que no soy punto
importante para ti— mencionó en voz baja.
—¿¡Cómo puedes decir eso!? ¡Mi sangre corre por tus
venas ahora! ¡No puedes decir que no me importas!
—Ya, Sam no te enojes, eso es cierto.
—Entonces no sigas con esa tonta idea de que no le
interesas a nadie. Porque para mí…
—¿Sam? ¿Qué haces levantada?— Alonzo interrumpió
nuestra conversación desde la puerta de la enfermería.
—Anthony
necesitaba ayuda— dije sin mirarle a los ojos.
—Ahora estaré a cargo de ustedes. Le di solución a los
problemas de la escuela y ahora puedo dedicarme a ustedes a tiempo completo.
—No es necesario tengo a Gaby— dije.
—Gaby se fue de la escuela, sus padres se la llevaron
en medio de tanto alboroto.
—¡Qué! ¡Eso no es posible! ¡Ella no se iría sin
despedirse!
—No tuvo tiempo, conoces a sus padres, la sacaron con
la ropa que tenía puesta. Regresarán luego por sus pertenencias.
—¿Pertenencias?
—Sí, están considerando sacar a Gaby de la escuela
definitivamente.
Mi alma escapó
en ese instante. Sentí un fuerte dolor en la cabeza, tan profundo que caí sobre
la camilla de Anthony. Alonzo de inmediato vino a mí y me llevó a mi camilla.
—Lo siento Sam, debías saberlo.
La cabeza me iba a explotar con tanta presión. Quería
gritar, quería llorar, miles de sentimientos contradictorios llegaban a mí sin
poder salir a flote.
—¡Sam, dime algo! ¿Estás bien? ¿Quieres que llame a la
enfermera?— Alonzo intentaba hacerme reaccionar a como dé lugar.
Exhalé con fuerza. Alonzo tomó mis manos entre las
suyas.
—Todo estará bien Sam, me haré cargo de ti— dijo
mirándome con sus tiernos ojos marrones.
Pero sus palabras no me calmaban en lo más mínimo. No
quiero que Alonzo esté junto a mí a cada instante siendo tan servicial y
amable, pone mis sentimientos en juego y enreda mi mente. ¡No quiero esto!
La enfermera entró a la habitación, le pidió a Alonzo
que se retirara mientras nos examinaba a
Thony y a mí. Aproveché el momento para pedirle que me diera algunos calmantes,
no quería ver la realidad y no podía soportar más el dolor de cabeza tan agudo
que me atacaba a instantes. Afortunadamente accedió a mi pedido, me dejó sobre la mesa un par de pastillas y un vaso
de agua, me las tomé de golpe y a los pocos minutos los ojos se me cerraban sin
control, sentí placer y calma después de mucho... ¡Gracias benditas
pastillas! Aplacarían mi confusión al
menos por un momento.
No sé si las cosas vuelvan a ser las mismas por aquí.
Primero, los padres de Patty y Gaby están paranoicos
con la idea que sus hijas corren peligro
en la escuela, existe una gran posibilidad que terminen retirándolas
parcialmente y nunca, nunca en la vida volvería a verlas. Segundo, Carsten se
ha ido, no puede volver a la escuela y mucho menos entrar en mi mente, por mi
bien no volverá a hacerlo hasta que me recupere del todo y eso será quién sabe
cuándo. Tercero, Alonzo está aquí conmigo aumentando la confusión en mi cabeza,
no quiero ganarme más problemas con la
tonta de Tatiana al verlo tan amable conmigo, ni con Arnold que esta medio
tocado, no quiero que esté cerca de mí. Tengo miedo que todos los sentimientos
que tengo hacia él se descongelen de un momento a otro, no puedo permitírmelo.
Cuarto, tengo que acelerar mi recuperación, Anthony me necesita. Tengo que
cuidarlo.
El efecto de los calmantes pasó a la hora de almuerzo,
me quedé más relajada y el dolor se fue, al menos por ahora. Ayudé a Thony, quien a duras penas podía
sentarse en la camilla, el dolor volvió a molestarle con fuerza impidiéndole
moverse a su gusto.
Le di la comida a la boca mientras ojeaba
distraídamente una revista juvenil que alguien dejó olvidada en la enfermería.
—Sam ¿Ya almorzaste?—me preguntó.
—No, no tengo hambre.
—Sé que andas angustiada. Abre el cajón de la mesita
ahí está tu móvil antiguo y el nuevo está en la mochila de Carsten.
—¿Carsten olvidó su mochila?
—Creo que lo hizo a propósito, hay cosas tuyas ahí
dentro.
Abrí el cajón, en la gaveta más grande estaba la
mochila de jean que Carsten llevó a la ciudad. La tomé y revisé su contenido.
Encontré, tal como dijo Thony, sólo cosas mías, una de
mis tantas chaquetas rotas, camisetas, la bufanda que Thony me regaló, la
sudadera que me regaló Carsten y otras tantas de mis pertenencias. Me llamó la
atención una carta, el sobre no tenía remitente, fecha ni nada. Decidí echarle
un vistazo.
Querida
Sam.
Angelito
mío, recibiste esta carta. No sabes cuánto me apena no haberme despedido de ti,
lo lamento. Sabes muy bien que no me gusta estar donde no soy bienvenido,
además que el director nos miraba atentamente, no quería meterte en problemas,
pero bien que quería besarte, estrecharte con fuerza, y decirte que te amo y
que nunca estarás sola, siempre estoy ahí para ti, no importa la distancia, ni
un maldito río separándonos, ningún obstáculo puede impedirme llegar a ti.
Cariño,
voy a extrañarte demasiado. Sé que Eric,
Matty y yo estamos vetados en tu escuela. Dalton ha reforzado la seguridad, el
perímetro está vigilado, no creo que pueda entrar sin que noten mi presencia,
pero estudiaré sus debilidades para hacerlo por ti. Las cosas en Whitemount
también se están poniendo serias, pero ese es otro asunto, te lo contaré luego.
Sólo
quiero decirte que en verdad te amo y te necesito a mi lado, me gustaría poder
cuidarte, vigilar tu sueño y ayudarte en todo lo que necesites para recuperarte
lo más pronto posible. Hazme saber cuando te sientas mejor para poder visitarte
en tus sueños, me haces demasiada falta.
No
te preocupes por mí, mi brazo está mejor. Seguro en un par de días no quedará
ni rastro de la quemadura, estaré bien, pero extrañándote a morir.
Te
amo angelito. No olvides que siempre estoy junto a ti.
C.
Solté un suspiro cargado de nostalgia.
—¿Una carta de amor?— preguntó Thony.
—Por favor, no arruines el momento.
Me miró fijamente y luego retomó atención a su plato
de comida.
—¿Cómo sabías de la mochila?— pregunté acercándome a
él para terminar de darle de comer.
—La carta llegó esta mañana, Carsten se la dio a un chico
de primer año en la puerta, él la trajo y bueno estabas dormida, así que me las
arreglé para esconderla en la gaveta de tu mesa, encontré la mochila y sin
querer vi su contenido. Sabía que tenía que esconderla, sino jamás hubiera llegado a ti.
—Gracias Thony— dije en voz baja.
—No hay porque Sam, me gusta verte feliz.
Terminé de darle su almuerzo y me dirigí a la
cafetería en busca de comida de verdad. Estaba harta de la dieta sana e
insípida que nos llevaban a la enfermería.
Los pasillos estaban desiertos y casi no había ruido,
eran poquísimos los estudiantes que se quedaron en la escuela. Caminaba con
cuidado, asentando los pies suavemente, temía sentir otro dolor en la cabeza al
forzarme o moverme bruscamente. Llegué a la cafetería, la cocinera me atendió
de inmediato, según ella estaba muy pálida así que me alimentó con todo lo que
pudo. Sopa con fideos, hamburguesas, patatas fritas y un cheesecake de fresa
enorme. La verdad tenía mucha hambre, devoraba la comida como mejor podía.
—¿Vas a comer ese pastelito?
¿Marco Arturo?
—Puedo compartirlo— respondí sorprendida por su
presencia.
Tomó asiento frente a mí.
—¡Qué bueno que estés mejor!
—Gracias— respondí a medias, no podía dejar de comer.
—¿Sabes algo de Patty?
—Tanto como tú, creo.
—Espero volver a verla, su madre es demasiado
impulsiva y está loca.
Sonreí ampliamente.
—Veo que no soy la única que piensa eso.
Marco Arturo partió el cheesecake en dos con la ayuda
de un cuchillo y comió delicadamente su mitad, demasiados modales para mi gusto, me sentía ridícula comiendo
bocados enormes, mientras él usaba los
tenedores para comer cada pedacito de pastel.
A todo esto me vino una pregunta a la mente.
—¿Dónde está Alonzo?
—Con Dalton. Alonzo ya no tiene vida, se dedica sólo a
limpiar su imagen luego del incidente…
Cuando dijo eso recordé por qué Alonzo terminó en la
sala oscura y un sentimiento de culpa innegable me impidió seguir comiendo me
quedé con la cuchara a medio trayecto suspendida en el aire.
Marco Arturo lo notó.
—Sam, pasado es pasado. Relájate— dijo sin mirarme a
los ojos.
Pero no pude, la culpa me llenó nuevamente. Alejé los
platos de mí ligeramente.
—Lo lamento Sam, no quise incomodarte, soy el menos
indicado para hablarte del tema.
—No, gracias Marco, necesitaba una dosis de realidad.
—Sam, en serio lo siento.
—Deja de disculparte, necesitaba recordarlo. Hasta
ayer tenía la idea de escapar de Alonzo e impedir que me cuidara, y creo que lo
haré. No lo merezco.
—Alonzo se encarga de ti con mucha alegría es como si
le importarás demasiado Sam. No sé cómo es la situación entre ustedes dos, pero
eres consiente que Alonzo nunca antes ha hecho algo así por una chica y estoy
seguro que si lo hace por ti debe ser
por alguna razón de peso.
—A al menos eso es lo que ambos queremos creer.
Mi memoria recientemente refrescada era el peor
enemigo para mi recuperación. Me la pasaría pensando en todo lo malo que hice y
en las víctimas directas. Aunque no lo parezca, la muerte de Serena también me atormentaba, no es lindo que
alguien asesine a otro por ti, peor aún si ese asesino es la persona a quien
más amas en mundo.
Salí a dar un paseo corto por el patio trasero. Tal
vez sentarme sobre el suave pasto con la mirada perdida en el horizonte pueda
ayudar a calmar mi conciencia.
Una mano cálida se posó en mi hombro, volví la cabeza
hacia la persona de inmediato.
Alonzo me miró y soltó una sonrisa forzada. Su rostro
estaba un poco demacrado, supongo que no durmió bien.
—¿Qué haces aquí? Deberías estar en cama— dijo.
—Si sigo ahí moriré de pocos, no me siento enferma
como para estar postrada—respondí.
Tomó asiento a mi lado.
—Nada volverá a ser como antes— dijo con amargura en
la voz.
—Lo sé y lo lamento, yo…
—Sam, tu no causaste toda esta destrucción en la
escuela. ¿De qué te culpas?
—Hablabas de eso.
—Sí, ¿Tú de qué?
—¡No te hagas! puedes
verlo en mi mente.
—Lo sé, pero por ahora prefiero sentarme a tu lado y
tener una plática como seres normales.
Hice una pausa.
—Me refería a que lamento lo que pasó con Carsten. Tú
sabes.
Alonzo frunció el ceño y apretó los puños. Coloqué una
mano sobre las suyas para intentar calmarlo.
—Lamento que todo sucediera de esta forma— dije.
—Dime algo, ¿te arrepientes de lo que hicieron esa noche? ¡Porque si es así yo puedo ir en este
instante y acabar con él!— rugió Alonzo lleno de ira,
exhaló todo su aire, el pecho se le hinchaba paulatinamente al respirar
controlado por tanta furia.
—No, no me arrepiento de nada— respondí cabizbaja.
Luego de una pausa rompí el silencio.
—No quería que las cosas sucedieran así, mucho menos
que tú te enteraras de esa forma. Claro, pensé en algún día contarte que
Carsten es mi novio, no lo entenderías pero igual te lo hubiera contado. Y que
nosotros…—
—No sabes toda la vida que planeé junto a ti, toda la
perfección que imaginé para nosotros dos. Cuanto me hubiera gustado ser yo tu
único amor para siempre— me interrumpió.
Me quedé petrificada, sorprendida y sin forma de
reaccionar.
Era demasiada información que no quería obtener.
¡Basta! ¡Estoy pensando demás! ¡No debo arrepentirme de nada ni pensar en los
"tal vez"
—Sam, puedo
ofrecerte todo lo que necesitas, tengo dinero, las chicas dicen que soy
apuesto, tengo las mejores calificaciones de la escuela, siempre respeto al
resto de personas, todos dicen que soy un chico modelo, Sam, conmigo tendrías
una vida feliz asegurada. Somos de la misma raza, podríamos irnos a vivir
lejos, casarnos, tener hijos ¡Por qué es tan difícil escogerme!—soltó al fin.
Alonzo tenía razón, y no me había puesto a pensar en
el factor hijos, en el caso que Carsten y yo decidiéramos tenerlos correríamos
un gran riesgo, nadie sabe lo que sale de la mezcla de un ángel y un demonio.
Hijos, es sólo un punto en contra de Carsten, pero soy demasiado joven como
para pensar en ello por ahora. ¿Dinero?
El dinero no importa cuando hay amor de verdad, para ser sinceros a mí
eso de las altas calificaciones nunca me ha parecido algo admirable. Alonzo no
tiene nada realmente valioso que ofrecerme de forma material, tal vez si
pudiera conocer sus sentimientos a fondo...
—¡No me rendiré Sam, estás a punto de arruinar tu vida
con ese tipo!
—Lo siento Alonzo yo decidiré qué es lo que quiero
hacer, no vas a obligarme. Ninguno de tus argumentos puede convencerme.
—Que tal esto.
Alonzo atrapó mis labios con los suyos, me besó
lentamente mientras me recostaba sobre el pasto.
Me deshice de él con un empujón y me puse de pie de
inmediato.
—¡Déjame sola Alonzo!— chillé y me retiré del lugar
dando tras pies. Al levantarme tan rápido el maldito dolor de cabeza volvió
a manifestarse.
Caminé como mejor pude y me dejé caer sobre la camilla
de Thony.
—¿Hey Sammy que pasa? — preguntó a la vez que abría un
espacio para que me recostara a su lado.
Coloqué mi rostro sobre su pecho, me sentía a punto de
llorar.
—No me dejes sola con Alonzo por favor— rogué.
Afortunadamente Anthony no preguntó nada se limitó a
poner una mano sobre mi cabeza y acariciarla suavemente.
—Tranquila, estoy aquí y no me iré— dijo con su dulce
voz.
No voy a negar que en ese momento me sentí
completamente confundida, Alonzo alguna vez había sido todo para mí y esta
situación alteraba aún más mi mente. No cabe duda que toda esta
noche no podría dormir pensando en cada una de las cosas que dijo Alonzo, en
cada uno de los pros y contras, no necesitaba más dudas en mi mente pero esto
no puede seguir así. Tengo que dejar en claro lo que quiero de cada uno. ¿Pero
qué es lo que quiero? Mi mente está sumida en un desastre, Alonzo es todo lo
que cualquier chica podría desear, pero Carsten es todo lo que yo alguna vez
soñé y jamás pensé que podría existir en este mundo.
Sí, Alonzo tiene razón, jamás podré ser del todo feliz
con Carsten. Nos perseguirán, intentarán matarnos, tendré que fugar con él y romper
contacto con todos, pero si es así al menos lo tendría a él junto a mí,
mientras sea posible. Me gusta la aventura y Alonzo sólo puede ofrecerme la
aburrida vida de una "dama de sociedad". Aunque no puedo negar que
Alonzo sería un padre ejemplar. ¡Dios mío! ¿En qué estoy pensando? ¡No tengo ni
veinte años y ya me preocupo por escoger esposo y velar por el bienestar de mis
hijos imaginarios!
Todo estaba en orden, tenía una decisión hasta que
Alonzo vino a enredar todo en mi cabeza otra vez. No importa, esta noche no
duermo, hoy decido qué hacer con mi vida.
Genial
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