YA
NO ES "TAN" SECRETO
La mañana siguiente desperté sobre el pecho desnudo de
Carsten, envueltos en una manta que llevé un día a la casa club y la dejé ahí
en caso tuviera frío.
Levanté la mirada, el rostro de Carsten tenía una gran
sonrisa dibujada en el.
Me levanté con cuidado para no despertarlo, busqué mi
ropa (o lo que quedaba de ella) y me
vestí de inmediato.
Carsten despertó, se quedó sentado sobre la alfombra.
—Buenos días— dije acercándome para besarlo
—Buenos días preciosa— respondió mientras me jalaba a su lado para que me
echara de nuevo junto a él.
Me besó.
—Sam lo de ayer fue, increíble— susurró a mi oído.
—Lo sé, fue algo fuera de este mundo—
—Ahora no necesitas más pruebas de lo mucho que te
amo. Sam, es la primera vez que hago esto, espero no haberte decepcionado —
Sonreí complacida.
—¿Decepcionarme? Yo diría que eres experto. Pero
también es la primera vez que hago algo así— dije sonrojándome
Me tomó entre sus brazos con ternura.
—Juro que nunca voy a dejarte, nunca más volveré a
lastimarte— dijo
Me senté nuevamente.
—Eso espero. Bueno, es hora de irse— dije
deshaciéndome de su abrazo suavemente.
Carsten se vistió en un abrir y cerrar de ojos
mientras yo miraba a través de la ventana.
Afortunadamente las manchas de sangre en su chaqueta no eran notorias,
tampoco quería pensar demasiado en el crimen que cometió anoche, por mí.
Se me acercó abrazándome por la cintura mientras
rozaba sus suaves labios por mi cuello.
—¿No te gustaría repetirlo?— preguntó con un tono de
voz travieso
—Ahora no cariño, debo volver a la escuela—
Me alejé de él. Pero al abrir la puerta me quedé
helada.
Alonzo estaba de pie ahí. Mantenía la mirada más seria
que jamás le había visto, parecía fuera de sí. Instintivamente volteé a buscar
a Carsten, pero había desaparecido.
Alonzo me miró detenidamente.
—Sé todo lo que pasó— dijo en un tono de voz
considerablemente amenazante.
Sólo pude mirarlo con sorpresa, una sensación gélida
recorrió mi cuerpo dejándome inmóvil.
¡Dios mío! ¡No, no tenía que enterarse! ¡No de esta
forma! ¡No ahora!
Alonzo entró a la casa casi empujándome para apartarme
de la entrada.
Buscó con la mirada a Carsten en la inmensidad de la
habitación.
—¡Sal de ahí idiota, no te servirá esconderte!— gritó lleno
de furia
Para mi sorpresa Carsten se materializó ante nuestros
ojos. Imponente como siempre, mirando con recelo a Alonzo.
—¿Qué piensas hacerme?— le preguntó desafiante
—No voy a dejar que juegues con ella a tu antojo—
respondió un acalorado Alonzo
—¡Dejen esto ahora mismo!— chillé interponiéndome
entre ambos.
Alonzo me miró a los ojos por unos segundos. Su rostro
cambió, primero fue una expresión de dolor seguida de una de odio. Se llevó las
manos a la cabeza y se tambaleó notoriamente.
—¡Alonzo! ¿Te sientes bien?— pregunté acercándome
—Es repulsivo ver en tu mente todo lo que hicieron
ustedes dos anoche— dijo enfurecido.
Levantó el rostro y sin quitar esa feroz expresión del
rostro se acercó hacia Carsten con la intención de darle un puñetazo.
Carsten contuvo el golpe sin demasiado esfuerzo.
—Si peleo contigo te mataría. Es mejor que me vaya—
dijo
Soltó a Alonzo, dio media vuelta para salir por una de
las ventanas de la casa club.
—¡Tú no vas a ninguna parte!— rugió Alonzo soltando
sus alas, intentó alcanzarlo. Pero Carsten fue más veloz y salió de la estancia
en un parpadeo. Alonzo se quedó jadeante frente a la ventana.
No podía verlo a los ojos, estaba muy avergonzada.
—Debes estar muy feliz— dijo, la furia aún no le
permitía devolver las alas a su lugar.
—Alonzo yo…—
—¡No quiero escucharte! ¡Me das asco! Te dije que te
amo ¿Y me pagas de esta forma?— dijo mirándome con los ojos muy abiertos, era
claro su enojo y desesperación.
Se volteó dándome las espaldas. Apoyado contra la
pared. Terminó propinándole un golpe.
Me senté en un rincón incapaz de hacer algo para
calmarlo.
Aunque no quería, una parte de mí compartía el dolor
de Alonzo, la otra no dejaba de pensar en lo que pasó anoche.
Era increíble que aún dentro de mi tenga sentimientos
por Alonzo. Al fin y al cabo lo amé durante tanto tiempo hasta la aparición de
Carsten.
—Esa maldita aparición— dijo metiéndose en mis
pensamientos
—Había olvidado que no era necesario mencionarlos,
puedes leerlo todo dentro de mí, ¡Todo el maldito tiempo supiste que me
gustabas y nunca dijiste nada!— grité al fin
—¡Samanta! No podía hacerlo. No estaba seguro de qué
pasaría. No sabía si era lo correcto, y ahora ese maldito temor me alejó de ti.
Quien sabe, tal vez para siempre—
Me puse de pie al instante, estiré mi brazo para tocar
su espalda e intentar reconfortarlo, las alas le destrozaron la camisa del
uniforme.
Alejó con fuerza mi mano y huyó del lugar saltando por
la ventana contraria y desapareció en medio de los árboles.
Me sentí desdichada y confundida. No quería ver sufrir
a Alonzo, pero tampoco podía dejar de sentir aquella indescriptible pasión por
Carsten.
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