lunes, 19 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 6

SOSPECHAS Y CASTIGOS

Me escondí tras la hierba  mientras devolvía  mis alas a su lugar. Cuando asomé a la entrada un par de corpulentos guardias vinieron a mi alcance, acompañados de la nueva prefecta.
—¡Me lo esperaba!— dije en voz alta, estaba muy molesta. La alegría desapareció de mi rostro.
Me tomaron de los brazos con brusquedad como si se tratara de un criminal peligroso y me llevaron a la oficina del director ante las miradas de los curiosos que estaban cerca.
En la puerta de la dirección Tatiana esperaba mi llegada,  sonrió con malicia al verme llegar, no podía esperar nada bueno de eso. La miré con odio y le saqué la lengua.
Al entrar a la dirección, los guardias me sentaron de golpe en una de las sillas y se retiraron. Alonzo ya estaba en la sala, me miró preocupado. El director hizo su entrada, seguido de su séquito conformado por profesores viejos y renegados como él.
—Samantha Oliveira, no es la primera vez que estás en esta condición, muchachita problemática— dijo el anciano acomodándose las gafas para mirarme mejor. Tomó asiento frente a mí tras su escritorio.
Me quedé mirándolo desafiante, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.
—Si analizamos cada aspecto de su conducta, la señorita Oliveira no merece estar en la escuela— agregó el maestro de deportes que estaba a mi izquierda.
Le planté una mirada de odio, respondió de igual modo. El tipo no estaba colaborando en lo más mínimo. ¡Maldito odioso!
— Yo creo que debemos darle una oportunidad— dijo Alonzo abogando a mi favor.
—Alonzo, ya le hemos dado miles de oportunidades pero ella no cambia su comportamiento— interrumpió el director.
—Señor Dalton, si examinamos el expediente de Samantha, sus anteriores faltas no están consideradas graves— refutó Alonzo mientras tomaba un grueso fólder con mis expedientes—. Robar  exámenes, arruinar los cuadernos de una compañera, evadir clases a través de una ventana, rellenar el locker de un compañero con espuma, robar comida de la cafetería, pelearse en supuesta defensa propia, llenar de papel sanitario el local social, atentar contra la integridad del maestro de deportes…— Alonzo iba leyendo en voz alta cada uno de mis "delitos".
No sabía si sentirme alagada o humillada, me encogí un poco en la silla. Alonzo terminó la lectura, el director se tomó su tiempo antes de decidir qué hacer conmigo.
—¡Esta será tu última oportunidad Samantha!— dijo con severidad el anciano.
—¡Estarás castigada durante un mes!— agregó la prefecta.
 —¿Qué hay de Tatiana? — pregunté.
—La señorita Avendaño recibirá dos semanas de castigo— respondió la prefecta.
—¡Eso no es justo!— chillé parándome de mi asiento bruscamente.
—¡Claro que es justo! Tú iniciaste todo, mereces más castigos, no sólo un mes!— replicó el maestro de deportes.
—¡Usted no opine, sólo quiere vengarse por el incidente pasado! ¡Todo está al revés aquí! ¡No es como…— Paré antes de decirlo.
—¿Cómo qué?— preguntó sarcástico Dalton.
Di media vuelta y salí precipitadamente de la oficina, tiré la puerta a mis espaldas.
No es como Whitemount, dije para mis adentros.  
—¿Recibiste lo que te mereces?— preguntó Tatiana con su estúpida vocecita chillona.
— ¡Sigues aquí!
Sonrió, se puso de pie y se acercó a mí amenazante.
—Sam, Sam, Sam, no me rendiré jamás hasta no verte fuera de Blackmount. Eres un estorbo para mis planes.
—¡Inténtalo perra! ¡Entretenme!— la reté.
Contuve mis puños, me alejé de ella tan rápido como pude, debía controlarme antes de terminar dándole una golpiza que bien merecida se la tendría. No me rendiré, Tatiana no va a librarse de mí.
Caminé  hasta la cafetería donde encontré a mis amigas.
—¡Sam! ¡Gracias al cielo que estás bien!— exclamó Gaby al verme, se me lanzó encima, me abrazó con todas sus fuerzas.
—Vamos, no seas dramática—  dije aún cargada de mal humor por la amenaza de Tatiana.
Me libré de su abrazo.
—¿Dónde estabas?— preguntó Patty sin soltar de las manos una lata de soda light.
—Di una vuelta por el río— respondí.
—¡Shhhh! — me silenció Patty.
—Nadie puede enterarse que estuviste cerca de Whitemount— agregó Gaby regañándome en voz baja.
¡Si supieran que estuve dentro!
—Cálmense, regresemos a los dormitorios y les contaré todo— les dije.
Caminamos hasta llegar a nuestro cuarto. Gaby y Patty se mantenían sumidas en algún chismorreo sobre Juanes y no sé qué más, no tenía cabeza en este instante para prestarles la atención debida.
Una vez dentro Gaby salió a buscarme una bebida, Patty recordó una tarea que debía hacer y fue al área de los lockers por sus libros, me dejaron sola en la habitación. ¿No que tanto les importaba lo que hice? Bien, tendría que esperar a contárselos más tarde.  ¿Debía contarles todo?
Afortunadamente nadie le prestó atención a la sudadera de Carsten que aún estaba atada a mi cadera, la solté con delicadeza y me la llevé al rostro, olía muy bien, su perfume tenía un toque de tabaco y alguna planta aromática deliciosa, un aroma masculino e intenso como él. Empecé a tener ligeros recuerdos de la sensación que Carsten provocaba en mí al acariciar mi piel de esa forma tan…
—¿Qué haces?— preguntó una voz familiar.
Abrí los ojos pesadamente, no quería abandonar mi fantasía. 
Alonzo me miraba muy serio, con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado en la puerta de mi habitación.
Sin quitarle la mirada de encima escondí la sudadera bajo una almohada intentando que no la viera, aunque era imposible.
—¿Qué haces tú aquí? Si te encuentran estarás en problemas— le dije.
—No pasará nada, nadie se dio cuenta. 
—¿Utilizaste tu poder?
—Sí. Quiero hablar contigo.
A veces envidiaba la cualidad de Alonzo, debe ser increíble hacerse invisible cuando se te antoje, yo lo usaría para hacer muchas cosas “productivas” como cortarle el cabello a Tatiana mientras duerme, robarle sus cuadernos y muchas cosas más.
—Dime ¿Qué es tan importante?— le pregunté  mientras tomaba asiento sobre mi cama.
—Quiero saber dónde estuviste estas cuatro horas, quiero la verdad— dijo muy serio.
—¿Vas a controlarme Moretti? ¿Acaso estás celoso?— dije burlándome.
Cambió su expresión seria por una más relajada.
—Sólo curiosidad— respondió.
Tomó asiento a mi lado y me miró fijamente esperando que respondiera.
—¿Prometes no reñirme ni enojarte?— le pregunté.
—Hecho.
—Estuve en Whitemount.
Me pareció verlo palidecer, su cuerpo dejó de moverse, tragó en seco.
—¿En los alrededores de Whitemount?— preguntó moviendo los labios con pesar.
—No, logré entrar.
Me miró con los ojos abiertos a punto de salírsele.
—Sam, tú estás…
—Loca. Si, tal vez, pero quería verlo con mis propios ojos.
—¡No puedo creerlo! ¿Cómo entraste?
—Un contacto.
—Es un milagro que estés con vida. ¡Por favor nunca más vuelvas a acercarte ahí!— dijo a la vez que se lanzaba a abrazarme.
Su reacción me tomó por sorpresa, no supe qué hacer, me quedé quieta en medio de sus brazos.
—¿Te preocupa tanto lo que me pase?— alcancé a preguntar.
Me soltó, sus ojos mostraban una tristeza profunda, respiró hondo y tomó uno de mis rizos, lo enroscó en su dedo índice y se fue acercando lentamente hacia mí.
—Me importas demasiado Sam— dijo casi en un susurro.
Estaba a milímetros de mí, me invadían unas tremendas ganas de besarlo, decirle lo mucho que me gusta y...
—Alguien se acerca— dijo antes de desaparecer ante mis ojos.
La puerta se abrió de golpe.
La prefecta.
—Me pareció oírte hablar con alguien, pero tus amigas salieron hace mucho— dijo inspeccionando toda la habitación con los ojos muy abiertos.
—Tiene razón, estoy sola aquí, a menos que piense que estoy perdiendo la cordura y hablo conmigo misma en voz alta— le dije burlándome de la anciana.
—¡Por eso mereces tantos castigos! ¡Muchachita insolente!
Me miró con odio y cerró la puerta de un porrazo a sus espaldas. Empezaba a  acostumbrarme a sus repetitivas acciones.
Alonzo volvió a aparecer ante mí.
—¿En que estábamos?— pregunté mientras me acercaba a él nuevamente.
—Ya me voy, hablamos luego— dijo y arruinó el momento en un dos por tres.
Me dio un beso en la mejilla y desapareció esta vez atravesando la puerta.
Me quedé muy confundida,  este día no hacía más que volverse más raro a cada segundo. Patty y Gaby volvieron a la habitación al rato, la primera traía una enorme pila de libros entre las manos y apenas podría moverse con ellos.
Pasamos largas horas resolviendo cuestionarios, haciendo resúmenes y resolviendo problemas numéricos completamente aburridos, pero con la ayuda de Gaby (Que es muy hábil en la materia) todo problema tenía solución.
Cenamos algunos bocadillos ligeros sin salir de la habitación, cansadas y ya sin ánimos de hacer más tareas continuamos con los chismes.  
Las chicas me contaron todo el drama que montó Tatiana, lo roja que se puso del coraje y la forma en la que exigió al director que me expulsaran de la escuela, pero Alonzo en todo momento me defendió.
—Parece que Alonzo quiere asegurarse de que te quedes en la escuela— me dijo Gaby mirándome de forma cómplice.
—No lo creo— respondí haciéndome la desinteresada.
—¡Vamos Sam! no estaría mal que Alonzo fuera tu novio, es guapo, adinerado, popular, inteligente… ¡Que más puedes pedir!— agregó Patty.
—¡No, chicas! ¡Alonzo no! ¡Ni pensarlo! ¿Te imaginas en todos los líos en los que lo metería con mi comportamiento? Además Alonzo no es mi tipo.
—¿Y cuál es "tu tipo"?—  preguntó Patty  un poco seria haciendo las comillas con los dedos.
—¿Los antisociales como Anthony?— preguntó Gaby.
Las dos echaron a reír.
—No me parece gracioso chicas, Anthony no es "antisocial" como lo llaman. Él es diferente al resto, es eso.
—¡Sí seguro! ¡Sam, estás muy amargada hoy!— me recriminó Patty antes de dar media vuelta y dirigirse a su cama.
—Sam, sé que estás de mal humor por tu castigo, sólo queremos animarte, pero no colaboras— agregó Gaby mirándome con dulzura.
—No, chicas, no entienden. No estoy molesta…
Apagaron las luces y cada una se metió a su respectiva cama ignorándome por completo.
—Ya duérmete Sam— dijo en voz baja Gaby.

Continúa en el capítulo 7! pincha aquí para leerlo!

2 comentarios:

  1. jajaj qué malas, molestan a Anthony porque es 'un caballero' como dice Sam. Ay, Alonzo! cómo se le ocurre dejar las cosas así? Y nadie se percató de la presencia de la sudadera de C, yo hubiese estado igual que Sam, aspirando con ese aroma mientras recordaba el rato pasado con él c:

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