SOSPECHAS
Y CASTIGOS
Me escondí tras la hierba mientras devolvía mis alas a su lugar. Cuando asomé a la entrada
un par de corpulentos guardias vinieron a mi alcance, acompañados de la nueva
prefecta.
—¡Me lo esperaba!— dije en voz alta, estaba muy molesta.
La alegría desapareció de mi rostro.
Me tomaron de los brazos con brusquedad como si se
tratara de un criminal peligroso y me llevaron a la oficina del director ante
las miradas de los curiosos que estaban cerca.
En la puerta de la dirección Tatiana esperaba mi
llegada, sonrió con malicia al verme
llegar, no podía esperar nada bueno de eso. La miré con odio y le saqué la
lengua.
Al entrar a la dirección, los guardias me sentaron de
golpe en una de las sillas y se retiraron. Alonzo ya estaba en la sala, me miró
preocupado. El director hizo su entrada, seguido de su séquito conformado por
profesores viejos y renegados como él.
—Samantha Oliveira, no es la primera vez que estás en
esta condición, muchachita problemática— dijo el anciano acomodándose las gafas
para mirarme mejor. Tomó asiento frente a mí tras su escritorio.
Me quedé mirándolo desafiante, con el ceño fruncido y
los brazos cruzados sobre el pecho.
—Si analizamos cada aspecto de su conducta, la
señorita Oliveira no merece estar en la escuela— agregó el maestro de deportes
que estaba a mi izquierda.
Le planté una mirada de odio, respondió de igual modo.
El tipo no estaba colaborando en lo más mínimo. ¡Maldito odioso!
— Yo creo que debemos darle una oportunidad— dijo
Alonzo abogando a mi favor.
—Alonzo, ya le hemos dado miles de oportunidades pero
ella no cambia su comportamiento— interrumpió el director.
—Señor Dalton, si examinamos el expediente de
Samantha, sus anteriores faltas no están consideradas graves— refutó Alonzo
mientras tomaba un grueso fólder con mis expedientes—. Robar exámenes, arruinar los cuadernos de una
compañera, evadir clases a través de una ventana, rellenar el locker de un
compañero con espuma, robar comida de la cafetería, pelearse en supuesta defensa
propia, llenar de papel sanitario el local social, atentar contra la integridad
del maestro de deportes…— Alonzo iba leyendo en voz alta cada uno de mis
"delitos".
No sabía si sentirme alagada o humillada, me encogí un
poco en la silla. Alonzo terminó la lectura, el director se tomó su tiempo
antes de decidir qué hacer conmigo.
—¡Esta será tu última oportunidad Samantha!— dijo con
severidad el anciano.
—¡Estarás castigada durante un mes!— agregó la
prefecta.
—¿Qué hay de
Tatiana? — pregunté.
—La señorita Avendaño recibirá dos semanas de castigo—
respondió la prefecta.
—¡Eso no es justo!— chillé parándome de mi asiento
bruscamente.
—¡Claro que es justo! Tú iniciaste todo, mereces más
castigos, no sólo un mes!— replicó el maestro de deportes.
—¡Usted no opine, sólo quiere vengarse por el
incidente pasado! ¡Todo está al revés aquí! ¡No es como…— Paré antes de decirlo.
—¿Cómo qué?— preguntó sarcástico Dalton.
No
es como Whitemount, dije para mis adentros.
—¿Recibiste lo que te mereces?— preguntó Tatiana con
su estúpida vocecita chillona.
— ¡Sigues aquí!
Sonrió, se puso de pie y se acercó a mí amenazante.
—Sam, Sam, Sam, no me rendiré jamás hasta no verte
fuera de Blackmount. Eres un estorbo para mis planes.
—¡Inténtalo perra! ¡Entretenme!— la reté.
Contuve mis puños, me alejé de ella tan rápido como
pude, debía controlarme antes de terminar dándole una golpiza que bien merecida
se la tendría. No me rendiré, Tatiana no va a librarse de mí.
Caminé hasta la
cafetería donde encontré a mis amigas.
—¡Sam! ¡Gracias al cielo que estás bien!— exclamó Gaby
al verme, se me lanzó encima, me abrazó con todas sus fuerzas.
—Vamos, no seas dramática— dije aún cargada de mal humor por la amenaza
de Tatiana.
Me libré de su abrazo.
—¿Dónde estabas?— preguntó Patty sin soltar de las
manos una lata de soda light.
—Di una vuelta por el río— respondí.
—¡Shhhh! — me silenció Patty.
—Nadie puede enterarse que estuviste cerca de
Whitemount— agregó Gaby regañándome en voz baja.
¡Si supieran que estuve dentro!
—Cálmense, regresemos a los dormitorios y les contaré
todo— les dije.
Caminamos hasta llegar a nuestro cuarto. Gaby y Patty
se mantenían sumidas en algún chismorreo sobre Juanes y no sé qué más, no tenía
cabeza en este instante para prestarles la atención debida.
Una vez dentro Gaby salió a buscarme una bebida, Patty
recordó una tarea que debía hacer y fue al área de los lockers por sus libros,
me dejaron sola en la habitación. ¿No que tanto les importaba lo que hice?
Bien, tendría que esperar a contárselos más tarde. ¿Debía contarles todo?
Afortunadamente nadie le prestó atención a la sudadera
de Carsten que aún estaba atada a mi cadera, la solté con delicadeza y me la
llevé al rostro, olía muy bien, su perfume tenía un toque de tabaco y alguna
planta aromática deliciosa, un aroma masculino e intenso como él. Empecé a
tener ligeros recuerdos de la sensación que Carsten provocaba en mí al
acariciar mi piel de esa forma tan…
—¿Qué haces?— preguntó una voz familiar.
Abrí los ojos pesadamente, no quería abandonar mi
fantasía.
Alonzo me miraba muy serio, con los brazos cruzados
sobre el pecho, apoyado en la puerta de mi habitación.
Sin quitarle la mirada de encima escondí la sudadera
bajo una almohada intentando que no la viera, aunque era imposible.
—¿Qué haces tú aquí? Si te encuentran estarás en
problemas— le dije.
—No pasará nada, nadie se dio cuenta.
—¿Utilizaste tu poder?
—Sí. Quiero hablar contigo.
A veces envidiaba la cualidad de Alonzo, debe ser
increíble hacerse invisible cuando se te antoje, yo lo usaría para hacer muchas
cosas “productivas” como cortarle el cabello a Tatiana mientras duerme, robarle
sus cuadernos y muchas cosas más.
—Dime ¿Qué es tan importante?— le pregunté mientras tomaba asiento sobre mi cama.
—Quiero saber dónde estuviste estas cuatro horas,
quiero la verdad— dijo muy serio.
—¿Vas a controlarme Moretti? ¿Acaso estás celoso?—
dije burlándome.
Cambió su expresión seria por una más relajada.
—Sólo curiosidad— respondió.
Tomó asiento a mi lado y me miró fijamente esperando
que respondiera.
—¿Prometes no reñirme ni enojarte?— le pregunté.
—Hecho.
—Estuve en Whitemount.
Me pareció verlo palidecer, su cuerpo dejó de moverse,
tragó en seco.
—¿En los alrededores de Whitemount?— preguntó moviendo
los labios con pesar.
—No, logré entrar.
Me miró con los ojos abiertos a punto de salírsele.
—Sam, tú estás…
—Loca. Si, tal vez, pero quería verlo con mis propios
ojos.
—¡No puedo creerlo! ¿Cómo entraste?
—Un contacto.
—Es un milagro que estés con vida. ¡Por favor nunca
más vuelvas a acercarte ahí!— dijo a la vez que se lanzaba a abrazarme.
Su reacción me tomó por sorpresa, no supe qué hacer,
me quedé quieta en medio de sus brazos.
—¿Te preocupa tanto lo que me pase?— alcancé a preguntar.
Me soltó, sus ojos mostraban una tristeza profunda,
respiró hondo y tomó uno de mis rizos, lo enroscó en su dedo índice y se fue
acercando lentamente hacia mí.
—Me importas demasiado Sam— dijo casi en un susurro.
Estaba a milímetros de mí, me invadían unas tremendas
ganas de besarlo, decirle lo mucho que me gusta y...
—Alguien se acerca— dijo antes de desaparecer ante mis
ojos.
La puerta se abrió de golpe.
La prefecta.
—Me pareció oírte hablar con alguien, pero tus amigas
salieron hace mucho— dijo inspeccionando toda la habitación con los ojos muy
abiertos.
—Tiene razón, estoy sola aquí, a menos que piense que
estoy perdiendo la cordura y hablo conmigo misma en voz alta— le dije
burlándome de la anciana.
—¡Por eso mereces tantos castigos! ¡Muchachita
insolente!
Me miró con odio y cerró la puerta de un porrazo a sus
espaldas. Empezaba a acostumbrarme a sus
repetitivas acciones.
Alonzo volvió a aparecer ante mí.
—¿En que estábamos?— pregunté mientras me acercaba a
él nuevamente.
—Ya me voy, hablamos luego— dijo y arruinó el momento
en un dos por tres.
Me dio un beso en la mejilla y desapareció esta vez
atravesando la puerta.
Me quedé muy confundida, este día no hacía más que volverse más raro a
cada segundo. Patty y Gaby volvieron a la habitación al rato, la primera traía
una enorme pila de libros entre las manos y apenas podría moverse con ellos.
Pasamos largas horas resolviendo cuestionarios,
haciendo resúmenes y resolviendo problemas numéricos completamente aburridos, pero
con la ayuda de Gaby (Que es muy hábil en la materia) todo problema tenía
solución.
Cenamos algunos bocadillos ligeros sin salir de la
habitación, cansadas y ya sin ánimos de hacer más tareas continuamos con los
chismes.
Las chicas me contaron todo el drama que montó Tatiana,
lo roja que se puso del coraje y la forma en la que exigió al director que me
expulsaran de la escuela, pero Alonzo en todo momento me defendió.
—Parece que Alonzo quiere asegurarse de que te quedes
en la escuela— me dijo Gaby mirándome de forma cómplice.
—No lo creo— respondí haciéndome la desinteresada.
—¡Vamos Sam! no estaría mal que Alonzo fuera tu novio,
es guapo, adinerado, popular, inteligente… ¡Que más puedes pedir!— agregó Patty.
—¡No, chicas! ¡Alonzo no! ¡Ni pensarlo! ¿Te imaginas
en todos los líos en los que lo metería con mi comportamiento? Además Alonzo no
es mi tipo.
—¿Y cuál es "tu tipo"?— preguntó Patty un poco seria haciendo las comillas con los
dedos.
—¿Los antisociales como Anthony?— preguntó Gaby.
Las dos echaron a reír.
—No me parece gracioso chicas, Anthony no es "antisocial"
como lo llaman. Él es diferente al resto, es eso.
—¡Sí seguro! ¡Sam, estás muy amargada hoy!— me
recriminó Patty antes de dar media vuelta y dirigirse a su cama.
—Sam, sé que estás de mal humor por tu castigo, sólo
queremos animarte, pero no colaboras— agregó Gaby mirándome con dulzura.
—No, chicas, no entienden. No estoy molesta…
Apagaron las luces y cada una se metió a su respectiva
cama ignorándome por completo.
jajaj qué malas, molestan a Anthony porque es 'un caballero' como dice Sam. Ay, Alonzo! cómo se le ocurre dejar las cosas así? Y nadie se percató de la presencia de la sudadera de C, yo hubiese estado igual que Sam, aspirando con ese aroma mientras recordaba el rato pasado con él c:
ResponderEliminarjajaj como nooo carsten ♥♥♥
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