lunes, 19 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 4

TERRITORIO ENEMIGO


Caminé un largo trecho como el perrito faldero de Carsten. La idea me disgustaba un poco pero, me sentía cómoda a su lado.  Algo raro me causa este chico, ni siquiera Alonzo tiene tal poder de embelesamiento en mí. Carsten es sexy, peligroso y prohibido, creo que es por eso que se me hace tan atractivo.
—Llegamos— dijo mi eventual guía sacándome de mis pensamientos.
—¡Vaya! ¡Es increíble!— alcancé a  decir.
Whitemount es enorme, más de lo que pude imaginar alguna vez y a diferencia de Blackmount conserva su estilo antiguo, de la edad media tal vez, gótico. Cuatro gárgolas de piedra flanquean el perímetro de la entrada, me atrevería a decir que tienen vida propia ya que se ven muy reales, sus  caras fieras y grotescas, las cabezas con cuernos prominentes, alas membranosas semejantes a las de los murciélagos, y una pose de ataque que las hace ver aún más terroríficas, definitivamente no me gustaría toparme con una de ellas en medio de la noche.
Las altas torres con terminaciones puntiagudas y elaboradas le dan un aspecto sombrío y hermoso a la vez, es el castillo más hermoso y tenebroso que he pueda existir.
Los estudiantes caminaban de aquí allá, algunos hacían competencias de velocidad en la parte frontal, pasaron frente a mí como un par de flechas rápidas y violentas levantando una gran nube de polvo a su paso, tuve que sostener la gorra con mis manos para evitar que se me cayera.
—¿Sangre pura?— pregunté  en voz baja a Carsten refiriéndome a los atletas.
—Sí, pero aquí no hay privilegios, todos somos iguales— respondió a mi oído.
Subimos las escaleras que llevaban a la puerta principal, un grupo de guapas chicas que estaban ahí nos miraron fijamente, pronto se acercaron para  rodearnos como fieras hambrientas intimidando a su presa, detuvimos el paso.
—¿Quién es tu guapo acompañante Carsten?— preguntó la más baja que tenía rasgos orientales.
—Él es mi primo Marcel — respondió.
Me limité a mirar al suelo.
—Anda viejo, salúdalas— me dijo Carsten dándome un codazo en las costillas.
—Hola— dije con la mejor imitación de voz masculina que pude sacar. Realicé un saludo militar.
—No sabía que tenías otro primo— le dijo una muchacha delgadísima, alta y de piel color canela, tan hermosa que sería perfecta para la portada de una revista juvenil. Me sentí intimidada ante su presencia.
—No sabes nada sobre mi familia, Serena— le recriminó Carsten.
—Discúlpennos señoritas, Carsten y yo tenemos unos negocios pendientes— dije  mientras jalaba toscamente a mi acompañante, cobrándome el golpe de hace unos instantes.
—Adiós guapo— me dijo la asiática sonriendo coquetamente.
—Nos vemos luego —agregó la rubia.
Serena no cayó rendida a los pies de "Marcel", me miraba muy seria con los ojos flameantes bajo su flequillo de lado. ¿Lo habría notado?
—Parece que las convenciste— dijo Carsten cuando nos alejamos lo suficiente de las chicas como para que no pudieran escuchar nuestra conversación.
—Tendré suerte si salgo de aquí siendo heterosexual aún— dije en tono de burla.
Echó a reír con ganas.
—Algo me dice que me hacías falta Sam— dijo al parecer sin pensar, se veía muy animado.
Lo miré con una gran sonrisa, respondió de igual forma.
Caminamos por el pasillo ante las miradas curiosas de los alumnos. Este lugar es de ensueño, como viajar en el tiempo y volver a aquellas épocas antiguas de caballeros y dragones,  mejor aún si tu guía es un hermoso príncipe misterioso.
A un lado del pasillo había un par de chicos haciendo un grafiti en la pared, tenían aerosoles de todos los colores y la ropa llena de salpicaduras de pintura,  la escena que pintaban era una representación bastante moderna del apocalipsis.
—¿Está permitido?— le pregunté  a Carsten.
—Todo menos consumir o vender drogas— respondió.
—¡De lujo!— dije  presa de la impresión.
Este lugar parece el paraíso y el infierno a la vez, una línea muy estrecha separa ambas definiciones aquí. Una escuela liberal, sin privilegios para la realeza ¿Qué más podría pedir?   ¡Es mi sueño hecho realidad!
Carsten sacó una llave del bolsillo trasero de sus jeans, la metió en la cerradura de la habitación noventa y nueve, entramos. Había un chico dentro, me miró con severidad.
—¡Ángel!—  dijo.
Su voz llevaba una nota de odio.
—¡Si dices media palabra de esto te mataré mientras duermes!— lo amenazó Carsten.
—¿Sabes que es considerado traición? Si se enteran que trajiste a esta intrusa te cortaran la cabeza— respondió el chico mirándome con sus grandes y saltones ojos marrones.
Tragué en seco, no quería que decapitaran a Carsten por mi culpa.
—No importa Eric, vale la pena correr riesgos— respondió Carsten echándome una mirada fugaz.
Eric es de la estatura de Carsten, lleva el cabello muy recortado y de color marrón, sus gruesas cejas resaltan en su rostro haciéndolo ver como un "chico malo", todo acompañado por unas patillas crecidas unidas con una fina barba, tiene aire de mafioso. Es muy guapo al igual que todos aquí, lindo, pero no tanto como Carsten.
Eric le dirigió una mirada de lástima a Carsten como si fuera la última que lo vería con vida, guardó la laptop que tenía sobre una mesa del lugar y salió de la habitación, cerró la puerta a sus espaldas. Carsten dejó caer su mochila sobre la cama del lado izquierdo, intuí que ese era su lado de la habitación.
Me quedé sorprendida ante la llamativa estatuilla  de la Santa Muerte que tenía ahí, seguramente pertenecía al culto de la “niña blanca”, a sus pies había un candelabro de bronce con seis velas encendidas.
Su habitación era de otro mundo, aunque la decoración me provocaba escalofríos: huesos humanos (al parecer),  posters de bandas de black metal, espadas, lanzas… un cráneo humano con una vela dentro iluminaba la estancia desde una esquina, y eso es poco comparado con el resto de cosas espeluznantes que Carsten y Eric tienen por decoración. Sin duda aquí es Halloween todos los días.
—¿Cómo es que Eric me descubrió?— pregunté volviendo a tomar contacto con él.
—Algunos demonios tienen el olfato muy sensible al olor de los ángeles, pero por lo general es un poder que se adquiere según avanza la edad, la mayoría de los estudiantes no saben de eso, no todos tienen poderes, la mayoría recurre a la magia negra—  dijo mientras tomaba asiento en una silla del lugar.
Me quité las gafas y la gorra, sacudí mi cabello, los rizos cayeron sobre mis hombros. Noté que Carsten me miraba fijamente, sentí un ligero ardor en las mejillas, bajé la mirada intentando escapar de aquella sensación.
—¿A dónde fue Eric?— pregunté.
Mi mirada se desvió hacia sus brazos. Noté que tenía tatuajes en ambas muñecas, parecían  lenguas de fuego oscuras adornando bellamente su piel.  

—Debe estar metido en algún negocio fraudulento con mi primo, seguro se tardará— respondió.
— Entonces sí tienes un primo.
—Sí, Matty, siempre se mete en problemas y es mi deber reprenderlo.
Sonreí ligeramente. Carsten parece ser bastante serio, maduro y responsable.
Me senté sobre su cama, la caminata me dejó las piernas cansadas.
—Aparentemente este es el paraíso. ¡Daría lo que fuera por vivir aquí!— comenté.
—No sabes lo que dices— respondió mirándome de reojo.
Me quedé en silencio.
Carsten se  levantó de inmediato, tomó asiento a mi lado sobre la cama, llevó una mano hacia mi rostro acariciándolo lentamente. Cerré los ojos ¡se sentía muy bien! ¡su piel es tan suave, tan cálida!
—¿Qué haces? — pregunté casi en un susurro,  pero la verdad no quería que se detuviera.
—Tengo curiosidad por saber cómo son los ángeles— dijo con voz seductora.
Seguidamente acercó su rostro hacia el mío, rozando mis mejillas, mi cuello, mi frente, al parecer inhalaba lentamente mi perfume. Me sentí completamente nerviosa, con el cuerpo a punto de temblar, a punto de derretirme ante tan exquisita sensación. Se detuvo cuando llegó muy cerca de mis labios. Abrí los ojos preguntándome porqué decidió parar, sonrió complacido al ver mi confusión.
Tiró de mi mano  y me levantó de mi lugar, me colocó nuevamente la gorra y las gafas.
—Vamos, te mostraré el resto de la escuela— dijo regresándome a la realidad de golpe.
¿Por qué diablos pensé que me besaría? ¡Vaya estupidez mía!
Salimos de la habitación, aún me sentía confundida y desorientada por los efectos de estar cerca de Carsten, respiraba profundamente para reponerme. Los largos pasillos  de Whitemount conducen a diferentes partes, el lugar es un poco gélido, tal vez por las paredes de piedra, el aire helado recorre rincón a rincón de esta mágica escuela.
—Esta es la zona de recreación— dijo Carsten mientras me dirigía hacia la puerta de una enorme sala. Dentro había mesas de mini-fútbol,  billar,  videoconsolas, tableros de ajedrez, dominó,  entre otras cosas para pasar el rato, les eché un vistazo desde la puerta.
—¡Genial!— alcancé a decir antes de que él me jalara a la próxima parada.
En Blackmount no nos permiten jugar videojuegos, no fomentan la violencia ¡Idiotas! Nuestra distracción se basa en leer, practicar un deporte o hacer manualidades, realmente empezaba a envidar la vida de los demonios y a odiar cada vez más la mía.
Llegamos a la siguiente área.
—El comedor— dijo Carsten señalando la sala más grande de todas.
Me asomé por la puerta y quedé impactada, tenía mesas enormes de madera, muy rústicas pero acogedoras, como para veinte personas cada una (En mi escuela sólo contamos con pequeñas mesitas para uno o máximo cuatro), candelabros decorativos con gruesas velas, bandejas y utensilios relucientes al parecer de plata. 
Giré en dirección a Carsten, me di cuenta que los estudiantes seguían mirándome, me hacían sentir muy incómoda, él lo notó, rodeó mi cuello con un brazo y continuamos caminando, me sentí algo más confiada al saber que él estaba comprometido con cuidarme al menos mientras estemos dentro de su escuela.
Salimos al fresco. Divisé a lo lejos una enorme piscina, una cancha de golf, y otras tres más para otros deportes.
—Mi lugar favorito, el mini estadio — dijo Carsten.
—¿Dónde?— pregunté emocionada.
Volví la mirada en dirección a la suya. 
Vi a un par de competidores a caballo, cada uno llevaba en  mano una lanza, estaban listos para atacarse el uno al otro, tal como lo hacían en épocas pasadas. Jousting o "justa medieval".
— Es el deporte más representativo en Whitemount. Debería estar practicando ahora mismo— dijo él al parecer pensando en voz alta.
—¿Tú practicas Jousting?
—Sí, es una de las pocas cosas que me gusta hacer aquí dentro.
—Lamento haber interrumpido tu práctica— me disculpé.
—¿Bromeas Sam? Me hacía falta un descanso, y qué mejor si en mi tiempo libre puedo conocer a uno de los seres que viven del otro lado del río— sonrió con ganas y posó una mano sobre uno de mis hombros.
Dejé la culpa de lado.
—¿Te gusta Whitemount?— me preguntó.
—¿Gustarme? ¡Me encanta! Desearía poder estudiar aquí— dije.
—En realidad puedes.
Me volví en su dirección.
—¿Estás sugiriendo que me escape de Blackmount para venir aquí?— pregunté con una gran sonrisa.
—Más que una fuga, lo correcto es un traslado— dijo con un toque de malicia en la voz.
—No entiendo.
—Si renuncias a tu calidad de ángel puedes ser uno de los nuestros.
Me  quedé de una pieza, ¿Eso era posible?
—Algunos de los estudiantes que ves aquí renunciaron a su forma de ángel, ¿Por qué crees que también nos llaman ángeles caídos?
—Yo… yo… no sé qué decir.
—Claro que es una locura, pero tendrías todo esto para ti.
—Te tendría a ti a diario— dije en un susurro casi imperceptible y sin querer.
—¿Qué dijiste?— preguntó.
—Nada, no dije nada.
—Si así lo quieres, así será— respondió. 
Dio media vuelta y echó a andar dejándome más confundida que antes.
—¿Qué esperas  Marcel? ¿Vas a quedarte parado ahí todo el día?— gritó a lo lejos mientras me dedicaba una gran sonrisa radiante, respondí a ella de igual forma y  corrí hacia él sin dudarlo.

Continúa en el capítulo 5! pincha aquí para leerlo!

2 comentarios:

  1. -explota- Carsten sensual y misterioso, con razón sigo con la idea de robármelo. ♥

    ResponderEliminar

Comenta! me motiva más de lo que crees C: