COMPLICACIONES
Gaby y Patty me esperaban ansiosas dentro de la
habitación, me sorprendió verlas despiertas a altas horas de la noche.
—¡Casi nos matas del susto!— chilló Patty abrazándome.
—¿Cómo salió todo?— preguntó Gaby desde su cama.
—Primero una señorita de pelo rojizo tiene que
contarme cómo terminó besando a Marco Arturo Gonzáles tras los arbustos de la
mansión Moretti— dije en tono de burla mientras Patty se sonrojaba por
completo.
—Empieza tú Sam— interrumpió Gaby.
Les conté todo lo sucedido. Mis amigas no podían creer
que Carsten y yo seamos oficialmente novios, mueren por conocerlo y realmente espero
que algún día se pueda. Al parecer la suerte no sólo estuvo de mi lado, resulta
que ¡Patty y Marco Arturo también son novios ahora! ¿Qué acaso es la temporada
o qué?
Esa noche tuve un extraño sueño. Mi mente reprodujo la
escena romántica en la habitación de Carsten pero, cuando le pregunté qué
pensaba hacer, sus ojos se dilataron
como los de una fiera hambrienta, sacó una daga del bolsillo de su esmoquin,
estaba listo para clavármela en el corazón.
—¡No!— grité desesperada volviendo a la realidad.
Eran las seis de la mañana y unas asustadas Gaby y Patty me miraban desde
sus camas.
—Lo siento— logré decir en voz baja aun temblando.
Me quedaban ciertas
secuelas de la pesadilla, decidí que lo mejor sería tomar una ducha de agua helada para reaccionar del todo.
Patty me esperaba en la puerta de los servicios a mi
salida.
—Toma, él te envió un mensaje— dijo alcanzándome mi
móvil, me miró con una sonrisita cómplice, eso sólo podía significar que leyó
el mensaje antes que yo.
Y así resultó.
"Buenos
días,
¿Todo
bien en Blackmount? Te extraño, quiero tenerte entre mis brazos otra vez"
Respondí de inmediato:
"Todo
bien, también me haces falta, ¿Cuándo podré verte de nuevo?"
"Intentaré
entrar en tu mente hoy luego del almuerzo, suficiente para que te recuperes en
la noche"
"Genial,
te estaré esperando"
Luego del desayuno mis dos amigas se vistieron en un
santiamén, se despidieron de mí y salieron de la escuela rumbo a visitar a sus
familias. Por más que quisiera yo no
podría salir, el dichoso castigo aún me obligaba a permanecer aquí. Tenía un
cofre lleno de billetes ahorrados y nada interesante en qué hacer con ellos.
Decidí continuar la lectura de "Crimen y
Castigo" al lado de la piscina esperando que esta vez Arnold no apareciera
de pronto a molestar. Pero quien apareció súbitamente a mis espaldas fue
Alonzo. Había algo en su expresión que me decía que las cosas no andaban muy
bien. Tomó asiento a mi lado, cerré el libro esperando que él hablara primero.
—Ayer te fuiste sin decir nada— su voz sonaba lejana y
melancólica.
—Lo lamento Alonzo. En verdad lo siento, tú sabes que
estoy castigada y necesitaba hacer algunas cosas en la ciudad.
Miró incrédulo hacia al horizonte.
—¿Qué fue tan importante que regresaste a medianoche?—
preguntó clavándome una mirada severa y escrutadora.
Bajé la vista hacia el piso, me sentía incapaz de
mentirle viéndolo a los ojos.
—Son… asuntos personales.
Forzó una sonrisa en su rostro y volvió a mirar al
horizonte.
—¿Podrías darme una oportunidad?— me preguntó.
Lo miré extrañada.
—¿A qué te refieres?
—Ven.
Luego de decir esto
Alonzo me tomó de la mano y me llevó por la senda que conduce a la casa
club de los Ankh. Subimos la rústica escalera y una vez dentro me hizo tomar
asiento en uno de los sillones, luego vendó mis ojos con una pañoleta roja que
sacó de su bolsillo.
—Empiezas a asustarme— le dije.
—Tranquila, confía en mí.
Me quedé ahí sin más que hacer. Agucé el oído, Alonzo
hacía algo ¿Pero qué? Pasados unos largos minutos volvió, me retiró la
venda. Me quedé sorprendida, tenía
frente a mí una tarta de moras; mi favorita; y un juego de tazas de porcelana
fina listas para servir el té.
—¿Qué es todo esto? Que yo recuerde no es mi
cumpleaños— le dije bromeando un poco.
Sonrió y apareció frente a mí.
Me sorprendí aún más al verlo disfrazado como lo hacíamos
cuando éramos niños, con el sombrero de copa y el abrigo de cola color granate
que dígase de paso ahora le quedaba a la medida, estaba cien por ciento segura
que era el mismo de nuestra niñez ¿Lo tuvo guardado desde entonces?
—Falta esto— dijo y colocó sobre mi cabeza una tiara.
—En serio, ¿Qué sucede?— pregunté más confundida que
al comienzo.
—Anda, prueba la tarta— me dijo mientras me alcanzaba
una cuchara de postre.
Dudé, pero terminé
probándola.
—¡Está deliciosa!— dije luego de pasar el primer bocado.
Alonzo se sirvió
un poco en un plato aparte, se
levantó de su lugar y puso música lenta en la radio de la casa club.
Dejamos los platos sobre la mesa, me tomó de la mano y
me llevó con él al centro de la estancia, colocó las manos sobre mi cadera,
deje caer las mías alrededor de su cuello. Comenzamos a bailar lentamente.
Realmente sospechoso. ¿Por qué Alonzo hace todo esto?
—Yo puedo darte esto y más— susurró a mi oído.
Sus palabras me tomaron por sorpresa.
—¿De qué hablas? Alonzo ¿Te volviste loco?
—No, todo lo que quieras yo te lo daré. Sólo tienes
que pedírmelo.
¿Si
te pido que me ames como Carsten me ama? ¿Lo harías? Me pregunté en mi mente.
Fue como si por un momento Alonzo descifrara mis
pensamientos, me soltó con brusquedad, casi al punto de lanzarme contra la
pared más cercana.
—¡¿Qué pasa?!— pregunté confusa y un poco molesta por
su repentina reacción.
Me miró fijamente a los ojos, parecía enojado.
—No es nada — dijo mientras daba media vuelta y
recuperaba su lugar en los sillones.
Me quedé mirándolo, algo no está bien.
—¿No piensas comer un poco más?— preguntó sin mirarme
a los ojos.
Su amabilidad ya no me convencía del todo. Recuperé mi
plato y la cucharita de postre. Tomé
asiento en el sofá frente a él para poderlo mirar bien, pero él sólo
miraba al piso sumido en sus pensamientos.
No quise preguntar nada y decidí dejar que se le
pasara el mal humor. Alonzo se puso de pie, se quitó el abrigo y el sombrero, vio
la hora en su móvil.
—Debo irme, tengo algunas cosas que hacer. Ojala te
haya gustado el pastel— y se retiró sin decir más.
Se me quitaron las ganas de
comer. Esto no es normal, aunque al inicio me sentí sorprendida y emocionada de
compartir con él nuevamente las tazas de té, pronto mi intuición me dijo que
Alonzo no hacía esto en vano, a lo mejor es otro de sus trucos para evitar que
vaya a Whitemount, no logrará convencerme.
Continúa en el capítulo 13! pincha aquí para leerlo!
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