Carsten
RECUERDOS
El día siguiente comenzaba con más acosos de parte de
los populares de la escuela. La muerte
de Serena les había dolido en lo más profundo, jamás creí que esa estúpida
fuera tan querida en la escuela.
Por extraño que parezca hoy tengo el mismo sentimiento
que cuando era un niño. Hace dieciséis
años, el día que nací o al menos aparecí
en la tierra. El horror de mis padres terrenales era indescriptible, los Von
Bismarck habían concebido a una criatura abominable. No se parecía a ninguno de
ellos y no lucía como un recién nacido. Me veía mayor, era diferente.
Desde que abrí los ojos pude caminar, un poco después
hablar y semanas más tarde leer.
Mis padres tuvieron que empezar a quererme a la
fuerza. Un niño que lanzaba a otros de los toboganes y les causaba daños graves
no podía ser el favorito de mamá. Era una criatura malvada, repudiable,
miserable, no debería existir.
Mi cumpleaños número cinco fue un fiasco. Yo no quería
una tonta fiesta y mis vecinitos no querían ni acercarse a la puerta de mi casa
temiendo por sus vidas. Cuando cumplí diez años mis padres estaban
desesperados, me habían echado de todas las escuelas locales por daños severos
a mis compañeros. Mamá lloraba en su habitación y se preguntaba qué había hecho
mal para tener que cargar conmigo. Nunca antes me había interesado en los
demás, pero ese día una maldita sensación llenó mi cuerpo, un vacío inmenso,
irreparable. Me sentía como un océano sin agua, estaba herido, estaba solo,
solo en el jodido mundo, odiado por el jodido mundo.
Ese mismo día decidí huir de casa, llené una mochila
vieja del kínder con algunas cosas que me resultarían necesarias, guardé en
ella también la pequeña imagen de yeso de la Santa Muerte que misteriosamente
me regaló una anciana un día en el parque. Caminé por las calles en medio de la
lluvia mientras algunas lágrimas brotaban de mis ojos, ardían, quemaban como
ácido, dolían demasiado en mi interior.
Siempre supe que algo andaba mal en mí y en ese
instante lo descubrí: un par de alas negras brotaron de mi espalda rompiendo mi
camiseta. Me dolía, era un dolor punzante pero se sentía muy bien. Fue entonces
que comprendí que no era como los demás, y jamás podría serlo, soy un demonio.
En medio de mi dolor levanté el rostro, la anciana del parque estaba frente a
mí, me ayudó a ponerme de pie, me tranquilicé y mis alas desaparecieron como
por arte de magia.
—Tú lo sabías— le dije culpándola.
Sonrió tenuemente y afirmó con la cabeza.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?— repliqué.
—Tenías que descubrirlo solo— respondió.
Luego de un momento de silencio pregunté.
—¿A dónde puedo ir ahora? No soy bienvenido aquí.
—Hay un rumor sobre un lugar. Yo estoy muy vieja como
para llevarte, mi gato te guiará hasta una escuela donde te encontrarás con
otros como tú, perfeccionaras tus habilidades y te sentirás como en casa.
—¡Bah!— bufé.
La palabra "casa" no mostraba ningún significante en mi cabeza. Me despedí de la
anciana.
Caminé varias horas siguiendo al gato negro, cualquier
persona no hubiera resistido semejante caminata, pero yo, ¡yo era poderoso!
—Hasta aquí puedo acompañarte. Al final del camino
encontrarás unas montañas. Hay dos escuelas separadas por un río, ve a
Whitemount, es la de la izquierda. — dijo el gato y desapareció en medio de la
noche.
¿Cómo rayos pudo? Resolví que pude leer la mente del
gato, el animal jamás abrió el hocico para emitir sonido alguno.
Luego de seguir las indicaciones del gato me encontré
frente a un castillo medieval. Theodor Humbolt ya me esperaba en la puerta
principal. Llenó algunos papeles y me explicó que los von Bismarck no eran mi
familia real. Me presentó a alguien de mí supuesta familia, mi pequeño primo
Matthew Smith, un chiquillo casi idéntico a mí con la diferencia que sus ojos eran color caramelo al igual que
su cabellera larga y brillante. De
alguna forma, él era mi primo y así se quedó todo, sin más detalles. Detalles
que busqué e interrogué por años sin ser constante al no obtener respuestas
claras.
Whitemount era algo nuevo para mí, pero aun así me
sentía solo, estaba rodeado de otros de mi especie pero seguía siendo el mismo
Carsten abandonado, sin familia, junto a sus maldades y sus poderes, seguía
siendo yo contra el extraño mundo. El resto de mis días pasaron en el patio
trasero de Whitemount; rápidamente aprendí a tocar guitarra y escribir
canciones. Más tarde llegaría a la escuela Eric Morello, el vándalo. Un skater
con un amplio historial policial, conocedor de armas, métodos de robo,
falsificación y demás. Aún recuerdo cuando entró a mi habitación con su tabla
de skate que tenía pintada la frase: "Life is war", me miró con sus
penetrantes ojos y dijo: ¿Qué me miras?, desde ese momento supe que era de los
míos. Aunque nadie lo quería terminé dándole refugio, se convirtió en mi
aliado, un buen compañero.
La historia de Eric también es interesante. Nació
siendo un ángel pero decidió pasarse al otro lado vendiendo su alma a cambio de
poderes y un mayor nivel de maldad del que tenía por naturaleza, fue adoptado
por una familia de demonios adinerados y sin hijos quienes le soportaban y
complacían en todo.
Los días pasaban, y yo iba creciendo al igual que el
vacío dentro de mí. Hasta que un día una aparición me cambió la vida. Un ángel infiltrado estaba dentro de
Whitemount; me fascinó su locura, su belleza, esa forma de arriesgarse, me
volvió loco en un segundo. Y por raro que parezca sentí que la conocía de toda
la vida. Mi corazón comenzó a bombear la sangre con fuerza y fue entonces que
me di cuenta que estaba completo al tenerla en mi vida.
El vacío en mí era la falta de amor.
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