domingo, 12 de octubre de 2014

CAPÍTULO 19 Recuerdos

Carsten
RECUERDOS
El día siguiente comenzaba con más acosos de parte de los populares de la escuela.  La muerte de Serena les había dolido en lo más profundo, jamás creí que esa estúpida fuera tan querida en la escuela.
Por extraño que parezca hoy tengo el mismo sentimiento que cuando era un niño.  Hace dieciséis años,  el día que nací o al menos aparecí en la tierra. El horror de mis padres terrenales era indescriptible, los Von Bismarck habían concebido a una criatura abominable. No se parecía a ninguno de ellos y no lucía como un recién nacido. Me veía mayor, era diferente.
Desde que abrí los ojos pude caminar, un poco después hablar y semanas más tarde leer.
Mis padres tuvieron que empezar a quererme a la fuerza. Un niño que lanzaba a otros de los toboganes y les causaba daños graves no podía ser el favorito de mamá. Era una criatura malvada, repudiable, miserable, no debería existir.
Mi cumpleaños número cinco fue un fiasco. Yo no quería una tonta fiesta y mis vecinitos no querían ni acercarse a la puerta de mi casa temiendo por sus vidas. Cuando cumplí diez años mis padres estaban desesperados, me habían echado de todas las escuelas locales por daños severos a mis compañeros. Mamá lloraba en su habitación y se preguntaba qué había hecho mal para tener que cargar conmigo. Nunca antes me había interesado en los demás, pero ese día una maldita sensación llenó mi cuerpo, un vacío inmenso, irreparable. Me sentía como un océano sin agua, estaba herido, estaba solo, solo en el jodido mundo, odiado por el jodido mundo.
Ese mismo día decidí huir de casa, llené una mochila vieja del kínder con algunas cosas que me resultarían necesarias, guardé en ella también la pequeña imagen de yeso de la Santa Muerte que misteriosamente me regaló una anciana un día en el parque. Caminé por las calles en medio de la lluvia mientras algunas lágrimas brotaban de mis ojos, ardían, quemaban como ácido, dolían demasiado en mi interior.
Siempre supe que algo andaba mal en mí y en ese instante lo descubrí: un par de alas negras brotaron de mi espalda rompiendo mi camiseta. Me dolía, era un dolor punzante pero se sentía muy bien. Fue entonces que comprendí que no era como los demás, y jamás podría serlo, soy un demonio. En medio de mi dolor levanté el rostro, la anciana del parque estaba frente a mí, me ayudó a ponerme de pie, me tranquilicé y mis alas desaparecieron como por arte de magia.
—Tú lo sabías— le dije culpándola.
Sonrió tenuemente y afirmó con la cabeza.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?— repliqué.
—Tenías que descubrirlo solo— respondió.
Luego de un momento de silencio pregunté.
—¿A dónde puedo ir ahora? No soy bienvenido aquí. 
—Hay un rumor sobre un lugar. Yo estoy muy vieja como para llevarte, mi gato te guiará hasta una escuela donde te encontrarás con otros como tú, perfeccionaras tus habilidades y te sentirás como en casa.
—¡Bah!— bufé.
La palabra "casa" no mostraba ningún  significante en mi cabeza. Me despedí de la anciana.
Caminé varias horas siguiendo al gato negro, cualquier persona no hubiera resistido semejante caminata, pero yo, ¡yo era poderoso!
—Hasta aquí puedo acompañarte. Al final del camino encontrarás unas montañas. Hay dos escuelas separadas por un río, ve a Whitemount, es la de la izquierda. — dijo el gato y desapareció en medio de la noche.
¿Cómo rayos pudo? Resolví que pude leer la mente del gato, el animal jamás abrió el hocico para emitir sonido alguno.
Luego de seguir las indicaciones del gato me encontré frente a un castillo medieval. Theodor Humbolt ya me esperaba en la puerta principal. Llenó algunos papeles y me explicó que los von Bismarck no eran mi familia real. Me presentó a alguien de mí supuesta familia, mi pequeño primo Matthew Smith, un chiquillo casi idéntico a mí con la diferencia  que sus ojos eran color caramelo al igual que su cabellera larga y brillante.  De alguna forma, él era mi primo y así se quedó todo, sin más detalles. Detalles que busqué e interrogué por años sin ser constante al no obtener respuestas claras.
Whitemount era algo nuevo para mí, pero aun así me sentía solo, estaba rodeado de otros de mi especie pero seguía siendo el mismo Carsten abandonado, sin familia, junto a sus maldades y sus poderes, seguía siendo yo contra el extraño mundo. El resto de mis días pasaron en el patio trasero de Whitemount; rápidamente aprendí a tocar guitarra y escribir canciones. Más tarde llegaría a la escuela Eric Morello, el vándalo. Un skater con un amplio historial policial, conocedor de armas, métodos de robo, falsificación y demás. Aún recuerdo cuando entró a mi habitación con su tabla de skate que tenía pintada la frase: "Life is war", me miró con sus penetrantes ojos y dijo: ¿Qué me miras?, desde ese momento supe que era de los míos. Aunque nadie lo quería terminé dándole refugio, se convirtió en mi aliado, un buen compañero.
La historia de Eric también es interesante. Nació siendo un ángel pero decidió pasarse al otro lado vendiendo su alma a cambio de poderes y un mayor nivel de maldad del que tenía por naturaleza, fue adoptado por una familia de demonios adinerados y sin hijos quienes le soportaban y complacían en todo.

Los días pasaban, y yo iba creciendo al igual que el vacío dentro de mí. Hasta que un día una aparición me cambió la vida.  Un ángel infiltrado estaba dentro de Whitemount; me fascinó su locura, su belleza, esa forma de arriesgarse, me volvió loco en un segundo. Y por raro que parezca sentí que la conocía de toda la vida. Mi corazón comenzó a bombear la sangre con fuerza y fue entonces que me di cuenta que estaba completo al tenerla en mi vida.

El vacío en mí era la falta de amor. 

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